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EL CUERPO DE LA MUJER COMO TEMPLO SAGRADO






Imágen: "Ensoñación"- Ana Luisa muñoz Flores


EL CUERPO DE LA MUJER COMO TEMPLO SAGRADO


El cuerpo es el templo sagrado y el lugar de revelación de Dios-Diosa, en nuestro corazón. De manifestación de nuestros miedos, nuestras alegrías y esperanzas, nuestros deseos y anhelos más profundos. Es el que se transforma en lágrimas,  en gritos de dolor, en fuga y escalofríos, en risas y caricias, en descanso y movimiento. Es el que se transforma en ritmo al abrirse a la música que escucha.

EI cuerpo es lugar de encuentro, en primer lugar, con nosotras mismas, con nuestra debilidad y nuestra fuerza, con nuestras heridas y nuestros temores, con nuestras energías y nuestras riquezas y posibilidades, con nuestra capacidad de gozar y de disfrutar.

En segundo lugar, es espacio de encuentro con otras mujeres y otros hombres. Amar y ser amada es experiencia de crecimiento en libertad. Significa reconocer y acoger nuestra necesidad de cercanía, de proximidad física que se ofrece y se recibe, en la construcción de nuestra existencia compartida.

 Acariciar, abrazar, dar un beso, recostarse confiadamente en el hombro de una amiga a un amigo, entrelazar nuestras manos sin temor ... significa establecer lazos de comunión profundos con quienes comparten con nosotras el camino de la historia, y sentirnos vivificadas por el placer que entraña.

Nuestro cuerpo sintoniza con el lenguaje de otros cuerpos. Siente en sí mismo la frialdad de la distancia o el calor de la cercanía, la alegría del encuentro o el dolor del rechazo. Las miradas que se cruzan o se evitan, el tacto que recrea a que subyuga. En tercer lugar, el cuerpo es lugar de encuentro con el cosmos. Sentir los latidos de nuestro corazón al ritmo del latir de la vida en la naturaleza.

Empapar nuestros ojos de la belleza de las flores y los montes, los valles y los ríos. Dejar que la noche y el día, la primavera y el Olano sintonicen con los tiempos y cambios de nuestro propio cuerpo. EI cuerpo tiene sus estaciones. Tiene estaciones para descansar, para activarse; hay estaciones para recordar, para cuidarse y sanar. Nuestro cuerpo tiene sus horas del día y de la noche. 

Nuestros sentidos tienen su estación favorita. Nuestros órganos también tienen su estación.  Por último, el cuerpo es lugar privilegiado del encuentro con Dios-Diosa: el corazón. Su Palabra se hace carne en cada poro de nuestra piel, se hace historia presente y palpable en la inmediatez de nuestros gestos y palabras.

Contemplar nuestro cuerpo, dejarle que en su movimiento se exprese en lo más hondo de nuestro ser, liberar la ternura contenida en nuestras manos, en nuestra voz, en nuestro rostro... es acoger y abrazar al Dios-Diosa que se derrama en ternura hacia nosotros; es establecer un dialogo liberador desde nuestra verdad rnás profunda.

Cuando dejamos que el sol acaricie nuestro cuerpo, cuando nuestra mirada se inunda de belleza, cuando el lIanto nos estremece... ahí está Dios-Diosa. Sin embargo, en múltiples ocasiones el cuerpo de las mujeres ha sido maltratado y agredido. 

Se Ie ha negado su capacidad de sentir y de gozar, se Ie ha culpabilizado y estigmatizado. Se han controlado y estipulado sus modos de expresarse y de entregarse. Y en especial, toda nuestra realidad sexuada que ha sido vista casi exclusivamente en términos de genitalidad, propio de una mentalidad patriarcal.

Expresiones como vergüenza, pecado, gestos prohibidos, suciedad, culpabilidad, bajas pasiones... forman parte del contexto que ha enmarcado la vivencia de nuestra sexualidad. Nuestra identidad como mujeres seguirá quebrada mientras el tabú, los dobles lenguajes y el silencio siga siendo lo prioritario. Es preciso adentrarnos en el conocimiento de nuestro cuerpo, atrevernos a nombrar nuestros deseos, nuestras necesidades, reconocernos y celebrarnos en que nos causa placer y satisfacción, es preciso romper las fuentes de poder que nos mantienen atadas y abrirnos a la potencia vivificante que nace de · nosotras mismas, también de nuestra sexualidad.

Cuando nos adentramos en este camino apasionante sentimos la necesidad de volvernos creativamente hacia la Palabra de Dios-Diosa y nos urge releer los textos bíblicos desde nuestro cuerpo de mujer.

Es indudable la influencia que la Biblia ha tenido y sigue teniendo en nuestras existencias, y también en el modo de vivenciar nuestro cuerpo. No siempre, ni los textos ni sus interpretaciones han sido liberadoras y potenciadoras.

No siempre, nos han llevado a experimentarnos satisfechas y felices por el hecho de ser mujeres, sino que en muchas ocasiones han reforzado una imagen de mujer débil, disminuida, impura, obediente al varón, destinada a la procreación.

Desde algunos de ellos, se han minado las bases de nuestra autoestima y se ha justificado nuestra marginación y auto-marginación. La reflexión bíblica se ha mantenido ausente de estas preocupaciones. Llevada adelante durante siglos y siglos exclusivamente por algunos varones célibes. No han dialogado con estas realidades, ha hecho desde presupuestos meramente filosóficos y metafísicos, o
más desde preocupaciones morales.

Los mismos textos, gestados al interior del patriarcado, nos han transmitido una ética de la corporeidad, en gran medida, represiva y negativa. La antropología bíblica aún no ha afrontado directa y abiertamente el diálogo con una de las preocupaciones que actualmente ocupa el centro de las experiencias, reflexiones e inquietudes contemporáneas: la mujer, y más en concreto su dimensión corporal. 

Categorías como genera y corporalidad son decisivas en las investigaciones y experiencias de muchas mujeres, y cada vez, de más hombres. Pierre Bourdieu, citado por Bianciott (1) afirma que la socialización diferenciada según sexo/género se inscribe en los cuerpos, moldeándolos de forma particular, marcándoles límites y posibilidades.

Que el disciplinamiento de los cuerpos produce hábitos diferenciados y diferenciadores que determinan una somatización de las relaciones de dominación. Que en el cuerpo se hacen carne las relaciones sociales de poder, que él las contiene, las expresa, las somatiza.   Judith Butler pone en cuestión aquellas concepciones que han desestimado al cuerpo considerándolo una facticidad muda a la espera de ser significada a través de una conciencia trascendente e inmaterial.


Se pregunta qué es lo que ha apartado al cuerpo “como algo indiferente a la significación, y a [ella] como el acto de una conciencia desencarnada” (Butler, 2007: 255).
En Bourdieu es en el cuerpo en donde se teje la subordinación, la somatización de la dominación, la experiencia dóxica con el orden social. 

En Butler el cuerpo como materialidad que se estiliza iterativamente produce sujetos, produce devenires identitarios: “El principal mecanismo de dominación opera a través de la manipulación inconsciente del cuerpo” (Bourdieu, 2003: 299). 

Esto implica que el orden de las cosas se hace carne en los cuerpos, que los cuerpos son producto y reflejo de las condiciones en las que viven, condiciones que forman sujetos particulares a través de un trabajo de incorporación de unos esquemas de percepción que, producidos socialmente, se aprehenden. individualmente en diálogo con las prerrogativas sociales y bajo un proceso de monitoreo colectivo.

  Las posiciones que ocupamos dentro de las jerarquías del orden social devienen habitus; nos convertimos así en sujetos distinguidos o vulgares, en sujetos feminizados o masculinizados, entre otros: “(…) el espacio de las posiciones sociales se retraduce en un espacio de tomas de posición a través del espacio de las disposiciones (o de los habitus) (…)El habitus es ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas” (Bianciott, 2011).  

  
Tanto mujeres como varones, incluimos en nuestro aprendizaje de la identidad de género como uno de nuestros valores el cuerpo (cuando se es joven o maduro-a  admirado-a/criticado-a por los-as demás) y que ser evaluado por ello es parte intrínseca y totalmente normal de nuestro ser mujer u hombre. ¡Cuánto sufrimiento malgastado, cuánto tiempo derrochado, cuando nuestro cuerpo no cumple con el modelo impuesto!

Pilar Pascual (2), pastor, plantea que la belleza, término abstracto donde los haya, subjetivo, generador de discusión, debate y por supuesto, controversia en todos los campos donde se intenta definir.

Todos excepto cuando hablamos de la belleza femenina-masculina, en la que parece haber un acuerdo casi total, que sólo varía dependiendo del momento histórico.
En la actualidad, parece que son bellas las mujeres jóvenes, blancas, caucásicas, extremadamente delgadas, mejor rubias, mejor con labios y pómulos abultados, clavículas marcadas, pechos generosos y por supuesto occidentales, porque este modelo-tipo lo impone occidente.
En cada época histórica, en las sociedades patriarcales se decide el canon de belleza que debe regir, normalmente muy difícil de cumplir para la mayoría de las mujeres u hombres, y se convierte en uno de sus referentes para casi todas las mujeres u hombres en dicha sociedad.

Así es como aprendemos a valorar nuestro bienestar, en función de que nuestro cuerpo se acerque más, o menos a dicho canon.

Todas sabemos el tiempo que consumimos pensando si nuestro cuerpo está bien o mal, si entra en un pantalón o en otro, y todo el sufrimiento y amargura que esto genera. Ahora vamos a intentar un ejercicio de imaginación: ¿qué sería del mundo si las mujeres y hombres hubieran aprovechado todo ese tiempo y esfuerzo, en algún objetivo más productivo y beneficioso para todas/os nosotras/os? Seguramente el mundo sería otro.

Pero, en realidad, ¿a quién interesa que estemos embobadas en la absurda tarea de conseguir, la mayoría de las veces, un imposible?
Contestar a esta pregunta es llegar al fondo de la cuestión, al hecho de que incitar a las mujeres y hombres desde pequeñitas/os a perseguir un canon de belleza absurdo, es tenerlas/os muy ocupadas/os y aturdidas/os, para así mantener la esencia del sistema social patriarcal y que sus medios de comunicación sigan ejerciendo el poder y el control.

Como siempre, no dejamos de sorprendemos ante la tremenda sutileza y sobre todo, la gran eficacia educativa del machismo.

La fórmula que nos venden es la siguiente: si quieres aliviar tus sufrimiento(paradójicamente), quítate el doble mentón, succiónate la celulitis, ponte otra nariz, rellena tus labios, borra tus rasgos étnicos, aumenta tus pechos, o inyéctate una toxina botulínica (botox) para rellenar tus arrugas (eso sí cada cuatro meses, que no es eterna), entonces serás feliz (ligarás mucho, conseguirás un hombre o una mujer, el ascenso que esperabas,…) y tendrás más éxito (en todo lo que te propongas), porque parecerás más joven.


El culto al cuerpo y a la juventud en la actualidad se está convirtiendo en una de las mayores obsesiones de las personas.

Según Marta Iglesias (2006) (3) el dinero que actualmente el primer mundo invierte en cremas, tratamientos de belleza, gimnasios y cirugía estética, permitiría reducir significativamente hambre y enfermedades.

Mientras que los estadounidenses son los que gastan más dinero en este concepto, España tiene el dudoso honor de ser el primer país de la UE en operaciones de cirugía estética. La belleza se ha convertido en un objeto de consumo al alcance de todos, que nos promete juventud de por vida.

Prosigue Marta Iglesias que en cualquier revista de las consideradas femeninas, pero también en suplementos dominicales y en la sección de belleza de los semanarios de política es posible encontrar reportajes dedicados a las nuevas cremas del mercado.


A través de ellos, comenta Iglesias, el gran público sabe que la crema por la que sienten debilidad las famosas cuesta 210€, o cuál es la antiarrugas más conocida del mundo por su eficacia y su asequible precio de 12€. Todos los sectores sociales se han rendido al llamado mercado de la eterna juventud, a la lucha contra la arruga, e invierten lo que pueden en ello.

De hecho, hay estudios que afirman que entre los ciudadanos de EE.UU. y Europa se gastan al año 20.000 millones de dólares en la compra de cosméticos, cantidad con la que se podría alfabetizar tres veces la población del planeta.

Se puede preguntar  por qué esa obsesión por combatir la arruga. Elena Gismero (citada por Iglesias), Doctora en Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, asegura que "hay una presión social importantísima hacia dos cosas: la delgadez y la juventud. Parece que tener arrugas o signos de envejecimiento es un problema".

 La necesidad de una piel sin arrugas, firme, sin manchas, con poros cerrados y sin granos ha ido más allá que las simples cremas, las limpiezas de cutis y los tratamientos que practica la esteticista.

 Según un informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética, coa (ISAPS), continúa Iglesias, el bótox es el tratamiento más demandado del mundo. No entra en la categoría de cirugía porque no es una operación, sino que mediante un pinchazo se inyecta bajo la piel del cliente una ínfima dosis de la toxina botulínica tipo A.

Este líquido paralizante es un veneno que actúa localmente, bloqueando los impulsos nerviosos que controlan los movimientos musculares. Así, la frente no se arrugará aunque reciba la orden de fruncir el ceño, dando la apariencia de piel sin arrugas.

Termina Iglesias, que a través de los medios de comunicación difícilmente recibiremos el mensaje de que somos bellos tal y como estamos, porque nuestra insatisfacción corporal genera cantidades ingentes de dinero para los fabricantes de cosméticos, los gimnasios, las esteticistas, los centros estéticos, los cirujanos.

 Los psicólogos habitualmente están de acuerdo, en que sólo la aceptación de uno-a mismo-a, la reflexión profunda y la capacidad crítica nos llevarán por caminos personales que cuestionen las normas que el exterior nos marca.

Para ayudarnos en la tarea, Elena Gismero nos da una definición de belleza sobre la que merece la pena reflexionar: "La belleza no es como una foto fija, sino que está formada de muchas cosas. El bienestar con uno-a no se refleja solamente en el físico sino también en la forma de hablar, en la seguridad, los movimientos corporales, los gestos, la expresividad.

Eso forma parte del encanto y el atractivo de una persona. No es malo cuidar la estética, pero no es lo único de lo que nos deberíamos ocupar. Hay dimensiones más profundas en nosotros para cuidar". Mientras, millones de euros engrosan las cuentas de médicos y multinacionales. 


Las posiciones que ocupamos dentro de las jerarquías del orden social devienen habitus; nos convertimos así en sujetos distinguidos o vulgares, en sujetos feminizados o masculinizados, entre otros: “(…) el espacio de las posiciones sociales se retraduce en un espacio de tomas de posición a través del espacio de las disposiciones (o de los habitus) (…)El habitus es ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas” (Bianciott, 2011).  
  
Tanto mujeres como varones, incluimos en nuestro aprendizaje de la identidad de género como uno de nuestros valores el cuerpo (cuando se es joven o maduro-a  admirado-a/criticado-a por los-as demás) y que ser evaluado por ello es parte intrínseca y totalmente normal de nuestro ser mujer u hombre. ¡Cuánto sufrimiento malgastado, cuánto tiempo derrochado, cuando nuestro cuerpo no cumple con el modelo impuesto!

Pilar Pascual (2), pastor, plantea que la belleza, término abstracto donde los haya, subjetivo, generador de discusión, debate y por supuesto, controversia en todos los campos donde se intenta definir.

Todos excepto cuando hablamos de la belleza femenina-masculina, en la que parece haber un acuerdo casi total, que sólo varía dependiendo del momento histórico.

En la actualidad, parece que son bellas las mujeres jóvenes, blancas, caucásicas, extremadamente delgadas, mejor rubias, mejor con labios y pómulos abultados, clavículas marcadas, pechos generosos y por supuesto occidentales, porque este modelo-tipo lo impone occidente.

En cada época histórica, en las sociedades patriarcales se decide el canon de belleza que debe regir, normalmente muy difícil de cumplir para la mayoría de las mujeres u hombres, y se convierte en uno de sus referentes para casi todas las mujeres u hombres en dicha sociedad.

Así es como aprendemos a valorar nuestro bienestar, en función de que nuestro cuerpo se acerque más, o menos a dicho canon.

Todas sabemos el tiempo que consumimos pensando si nuestro cuerpo está bien o mal, si entra en un pantalón o en otro, y todo el sufrimiento y amargura que esto genera. Ahora vamos a intentar un ejercicio de imaginación: ¿qué sería del mundo si las mujeres y hombres hubieran aprovechado todo ese tiempo y esfuerzo, en algún objetivo más productivo y beneficioso para todas/os nosotras/os? Seguramente el mundo sería otro.

Pero, en realidad, ¿a quién interesa que estemos embobadas en la absurda tarea de conseguir, la mayoría de las veces, un imposible?
Contestar a esta pregunta es llegar al fondo de la cuestión, al hecho de que incitar a las mujeres y hombres desde pequeñitas/os a perseguir un canon de belleza absurdo, es tenerlas/os muy ocupadas/os y aturdidas/os, para así mantener la esencia del sistema social patriarcal y que sus medios de comunicación sigan ejerciendo el poder y el control.

Como siempre, no dejamos de sorprendemos ante la tremenda sutileza y sobre todo, la gran eficacia educativa del machismo.

La fórmula que nos venden es la siguiente: si quieres aliviar tus sufrimiento(paradójicamente), quítate el doble mentón, succiónate la celulitis, ponte otra nariz, rellena tus labios, borra tus rasgos étnicos, aumenta tus pechos, o inyéctate una toxina botulínica (botox) para rellenar tus arrugas (eso sí cada cuatro meses, que no es eterna), entonces serás feliz (ligarás mucho, conseguirás un hombre o una mujer, el ascenso que esperabas,…) y tendrás más éxito (en todo lo que te propongas), porque parecerás más joven.

El culto al cuerpo y a la juventud en la actualidad se está convirtiendo en una de las mayores obsesiones de las personas.

Según Marta Iglesias (2006) (3) el dinero que actualmente el primer mundo invierte en cremas, tratamientos de belleza, gimnasios y cirugía estética, permitiría reducir significativamente hambre y enfermedades.

Mientras que los estadounidenses son los que gastan más dinero en este concepto, España tiene el dudoso honor de ser el primer país de la UE en operaciones de cirugía estética. La belleza se ha convertido en un objeto de consumo al alcance de todos, que nos promete juventud de por vida.

Prosigue Marta Iglesias que en cualquier revista de las consideradas femeninas, pero también en suplementos dominicales y en la sección de belleza de los semanarios de política es posible encontrar reportajes dedicados a las nuevas cremas del mercado.

A través de ellos, comenta Iglesias, el gran público sabe que la crema por la que sienten debilidad las famosas cuesta 210€, o cuál es la antiarrugas más conocida del mundo por su eficacia y su asequible precio de 12€. Todos los sectores sociales se han rendido al llamado mercado de la eterna juventud, a la lucha contra la arruga, e invierten lo que pueden en ello.

De hecho, hay estudios que afirman que entre los ciudadanos de EE.UU. y Europa se gastan al año 20.000 millones de dólares en la compra de cosméticos, cantidad con la que se podría alfabetizar tres veces la población del planeta.

Se puede preguntar  por qué esa obsesión por combatir la arruga. Elena Gismero (citada por Iglesias), Doctora en Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, asegura que "hay una presión social importantísima hacia dos cosas: la delgadez y la juventud. Parece que tener arrugas o signos de envejecimiento es un problema".

 La necesidad de una piel sin arrugas, firme, sin manchas, con poros cerrados y sin granos ha ido más allá que las simples cremas, las limpiezas de cutis y los tratamientos que practica la esteticista.

 Según un informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética, coa (ISAPS), continúa Iglesias, el bótox es el tratamiento más demandado del mundo. No entra en la categoría de cirugía porque no es una operación, sino que mediante un pinchazo se inyecta bajo la piel del cliente una ínfima dosis de la toxina botulínica tipo A.

Este líquido paralizante es un veneno que actúa localmente, bloqueando los impulsos nerviosos que controlan los movimientos musculares. Así, la frente no se arrugará aunque reciba la orden de fruncir el ceño, dando la apariencia de piel sin arrugas.

Termina Iglesias, que a través de los medios de comunicación difícilmente recibiremos el mensaje de que somos bellos tal y como estamos, porque nuestra insatisfacción corporal genera cantidades ingentes de dinero para los fabricantes de cosméticos, los gimnasios, las esteticistas, los centros estéticos, los cirujanos.

 Los psicólogos habitualmente están de acuerdo, en que sólo la aceptación de uno-a mismo-a, la reflexión profunda y la capacidad crítica nos llevarán por caminos personales que cuestionen las normas que el exterior nos marca.

Para ayudarnos en la tarea, Elena Gismero nos da una definición de belleza sobre la que merece la pena reflexionar: "La belleza no es como una foto fija, sino que está formada de muchas cosas. El bienestar con uno-a no se refleja solamente en el físico sino también en la forma de hablar, en la seguridad, los movimientos corporales, los gestos, la expresividad.

Eso forma parte del encanto y el atractivo de una persona. No es malo cuidar la estética, pero no es lo único de lo que nos deberíamos ocupar. Hay dimensiones más profundas en nosotros para cuidar". Mientras, millones de euros engrosan las cuentas de médicos y multinacionales. 




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(1) Cfr. Bianciott,  María Celeste (2011). Aportes de Judith Butler y Pierre Bourdieu. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad. Argentin

(2) Cfr. Pascual, Pilar. La cirugía estética y el botox para mujeres imperfectas (2012). Mujeres para la salud A.M.S
http://www.mujeresparalasalud.org/spip.php?article95

(3) Cfr. Iglesias, Marta (2006) El Mercado de la eterna juventud. Artículo. Rebelión
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32821


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