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MUJER, PATRIARCADO Y SOCIEDAD CAPITALISTA




Imagen: José Luis Toledo Bravo

Mujer, patriarcado y sociedad capitalista 


En este trabajo se plantea que para la mujer es casi un imposible lograr la equidad de género en Estados capitalistas (1). Por Estados capitalistas se entiende, aquéllos donde impera la propiedad privada, donde existe el trabajo alienado que genera plusvalía, donde una clase privilegiada explota a las demás, donde el lucro prevalece sobre la solidaridad. 

El capitalismo es un sistema socioeconómico-cultural que se nutre y se reproduce, precisamente, gracias a las desigualdades sociales; se trata de un sistema no solamente opresor sino también racista y sexista que excluye de toda capacidad de decisión política y del goce y el disfrute de una vida digna a las mayorías empobrecidas del mundo, formadas por mujeres y hombres, mayorías que el mismo capitalismo ha contribuido a empobrecer. 

Aunque el capitalismo no inventó el patriarcado, su advenimiento ha traído consigo la profundización de todas las desigualdades heredadas, que ya existían en la sociedad, pero lo más importante ha creado nuevas, de manera continua. 

Pero, existe una condición en la actualidad que ha incidido en un cambio de tipo cualitativo en el patriarcado contemporáneo y es el hecho del carácter global, mundial y prácticamente omnímodo y hegemónico del binomio capitalismo-patriarcado. 

El individualismo, el egoísmo, la especulación, la negación de la diversidad y el consumismo globalizados son las “huellas dactilares” del capitalismo hoy día, mientras la fuerza de trabajo femenina se ha convertido en la más explotada. 

Esta condición ha fortalecido como nunca antes, y auspiciado, viejas y nuevas instituciones y prácticas patriarcales y, simultáneamente, ha perpetuado y hecho cada vez más fuertes los prejuicios culturales hacia las mujeres que existen desde hace milenios. 

El sistema sustenta la situación de subordinación y de opresión de la mujer, que aparece como algo natural. Se da una exaltación de los llamados valores masculinos – agresividad, competitividad, violencia– y a la vez se minusvaloran las cualidades llamadas femeninas –paciencia, amor, abnegación, pasividad– considerada casi como exclusivos de la mujer o femenina. 

En las relaciones conyugales, frecuentemente se da una subordinación injusta a la sexualidad del marido que impone sus exigencias y ritmos. 

O al revés, que el hombre siempre debe estar dispuesto para la mujer, porque corresponde a su rol. Además, numerosos medios promueven estilos de vida que proyectan imágenes de la cultura dominante -gente blanca, físicamente estereotipada, poderosa y adinerada- y niegan y minimizan las diversas aportaciones que hacen desde nuestra propia idiosincrasia las mujeres en nuestra sociedad. 

¿Por qué el capitalismo influye en la asignación de roles diferentes para hombre y para las mujeres? 

Porque en los valores que transmite el capitalismo, valores tales como la competitividad o la necesidad de éxito, conforman una sociedad en la que las empresas, la publicidad, en definitiva, la cultura generada por ese sistema, crea modos de vida en los que para existir adecuadamente, para formar parte de la sociedad y poder tener ese éxito, ser competitivos, de otra forma sería un fracasado y hay que adoptar los roles que se nos imponen. 

Además en una sociedad capitalista, como en la que vivimos lo que domina y marca al ser humano son los medios de comunicación, a través de ellos se establecen los cánones o el modelo de vida a seguir, y los medios de comunicación asignan diferentes roles al hombre que a la mujer. 

Lo que quiere decir que tanto el hombre como la mujer salen perjudicados porque en esa misma abstracción, en esa estructura en la que se mueven no pueden ser más que el resultado de todo el sistema en el que se ven envueltos, por mucho que intenten escapar la publicidad, la cultura generada influye en el ser humano porque nacemos y crecemos en esa sociedad. 

El capitalismo genera consumismo, en tanto que es un sistema cuya base reside en generar riquezas constantemente. 

Y ese consumismo es potenciado por las empresas, sea del tipo que sea, y estudiado y asigna a la mujer y al hombre dos diferentes tipos de consumo. 

En cuanto a la mujer, no hay más que fijarse en la publicidad, o en cualquier resquicio de cultura generada en este sistema, para darnos cuenta de que los productos que se nos ofertan son referentes para alcanzar ese éxito, un éxito que se asocia no tanto a su inteligencia o dotes personales como a su físico. 

Lo que se nos está vendiendo son productos relacionados con el culto al cuerpo. El cuerpo de la mujer se ha cosificado, el modelo femenino se corresponde con un modelo en el que se apremia más tener un buen físico que otras dotes intelectuales. 

El capitalismo es un sistema socioeconómico-cultural que se nutre y se reproduce, precisamente, gracias a las desigualdades sociales; se trata de un sistema no solamente opresor sino también racista y sexista que excluye de toda capacidad de decisión política y del goce y el disfrute de una vida digna a las mayorías empobrecidas del mundo, formadas por mujeres y hombres, mayorías que el mismo capitalismo ha contribuido a empobrecer. 

Aunque el capitalismo no inventó el patriarcado, su advenimiento ha traído consigo la profundización 
de todas las desigualdades heredadas, que ya existían en la sociedad, pero lo más importante ha creado nuevas de manera continua.

Pero, existe una condición en la actualidad que ha incidido en un cambio de tipo cualitativo en el patriarcado contemporáneo y es el hecho del carácter global, mundial y prácticamente omnímodo y hegemónico del binomio capitalismo-patriarcado. 

El individualismo, el egoísmo, la especulación, la negación de la diversidad y el consumismo globalizados son las “huellas dactilares” del capitalismo hoy día, mientras la fuerza de trabajo femenina se ha convertido en la más explotada. 

Esta condición ha fortalecido como nunca antes, y auspiciado, viejas y nuevas instituciones y prácticas patriarcales y, simultáneamente, ha perpetuado y hecho cada vez más fuertes los prejuicios culturales hacia las mujeres que existen desde hace milenios. Y ha hecho todo esto de manera solapada y con careta, bajo la consigna de la supuesta “igualdad de oportunidades” para todos y todas, apelando a la “democracia” y a los “valores democráticos”. 

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(1) Cfr. Vargas, Iraida. "Equidad de género es posible dentro de un estado capitalista?Ponencia presentada en el Seminario internacional Equidad de género en acción, Cine-foro de la película Te doy mis ojos, 2003, Dirección: Iciar Bollaín, España 
Fundación Celarg, 26 de noviembre de 2008 
http://av.celarg.org.ve/Recomendaciones/IraidaVargas.htm




Ana Luisa Muñoz Flores-Chile-Noviembre 2016

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