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EL PATRIARCADO EN LA FAMILIA


Imagen: "Javiera y el ganzo" - Ana Luisa muñoz Flores


El patriarcado en la familia

 Emma Lobato (1) afirma que es evidente que las mujeres y varones se comportan y tienen apariencias diferentes .Este hecho tan obvio encierra, no obstante, una gran complejidad, la construcción de la identidad de género supone un camino largo que comienza su recorrido desde el nacimiento o incluso antes, puesto que hoy en día los progenitores pueden saber antes del parto el sexo de su bebé, creando ya unas predisposiciones diferenciadas. 

Los adultos que rodean al recién nacido asignan a este a uno de los dos sexos, excluyéndolo del otro. Desde este momento las expectativas y las explicaciones sobre el comportamiento del pequeño/a serán distintas.

En este sentido podemos decir que desde el comienzo el padre, la madre y los familiares próximos encargados de la crianza del bebé influyen en la vida de éste, en la dirección marcada por los estereotipos sexuales, de modo que el peinado, el color de la ropa, la decoración de su cuarto, los juguetes son distintos y adaptados a las creencias sociales sobre el género. 

Las diferencias comportamentales encontradas antes de los dos años de vida son mínimas, lo que puede considerarse como un indicador del efecto ambiental. Sólo a partir de esa edad (dos años) los individuos comienzan a mostrar diferencias de juego y preferencias de actividad diferenciadas.

Sostiene Fernández (1996)(2) que  la influencia de la educación familiar y social en el comportamiento de los individuos va en la dirección marcada por el contenido de los estereotipos de género, fomentando en los niños un mayor control en la expresión de afecto y una mayor agresividad. Las niñas, por el contrario, son orientadas hacia una mayor expresividad de cariño y afecto, y una mayor sensibilidad hacia los demás.

Los juguetes de los varones reproducen los ámbitos de interés masculinos, coches, juguetes electrónicos que promueven la competitividad, superhéroes fuertes y agresivos…..Las niñas por el contrario, se rodean de muñecos que representan personas o animales a los que poder cuidar, juguetes relacionados con la esfera doméstica ( plancha, cocinita…) o la belleza.

Las relaciones familiares, frecuentemente se basan en la jerarquía. La mujer está supeditada al varón, y los hijos a los padres. 

Las funciones que se le asignan a la mujer son: la maternidad, el cuidado y educación de los hijos, la atención al marido, el trabajo doméstico, el cuidado de los enfermos y la creación de unas condiciones que favorezcan el equilibrio afectivo en la familia y la transmisión de la ideología del sistema. 

Aunque es cierto que, con su progresiva incorporación al trabajo fuera de casa, esta situación ha evolucionado en parte, la atención a la familia sigue siendo con frecuencia responsabilidad exclusiva de las mujeres, lo que comporta para muchas de ellas una doble jornada laboral.


En el capitalismo contemporáneo, las mujeres habitualmente han pasado de estar encerradas y sometidas en sus hogares criando a hijos, con sus necesidades materiales y espirituales, sin que ese trabajo fuese reconocido como tal. 

Y esos cambios los hemos asimilado y asumido sin abandonar el trabajo doméstico; la mujer sigue pariendo, cuidando  hijos e hijas, a enfermos y enfermas, a ancianos y ancianas, manteniendo limpios los  hogares, garantizando la salud de todos y todas los que viven en ellos,  y muchas faenas más.

 Por diversos medios, los varones, también son entrenados para la independencia, la competencia en equipo, ejercer el poder sobre otras personas consideradas como más débiles y reprimir sus emociones y sentimientos. 

Pero igualmente son enseñados a separar el sexo de las relaciones afectivas, y a la vez, para asociarlo a las emociones y sexualizar estas últimas, lo que promueve que se exciten frente a los contactos.

Las mujeres, en cambio, aprenden a ser más sumisas, a temer la independencia, a desconfiar de otras mujeres, lo que contribuye a su aislamiento. Su educación genérica privilegia el desarrollo de comportamientos que denotan preocupación por las necesidades de los demás, la calidad de las relaciones interpersonales, la afectividad antes que la sexualización de sus relaciones.

Esta formación diferenciada por sexo de acuerdo a roles de género fomenta no solo la dependencia femenina, sino la violencia contra ellas por parte de los hombres y la sociedad. 

La reproducción de lo que debemos entender por “femenino” y “masculino” es reforzada por cuentos y juegos infantiles, la enseñanza impartida por instituciones educativas, las instituciones religiosas y los medios de comunicación. En este proceso, los varones aprenden a concebir sus necesidades e intereses como los principales, mientras que las mujeres a subordinar las suyas en función de las demás integrantes del núcleo familiar.

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(1) Cfr. Lobato, Emma. Licenciada en psicología y pedagogía por la Universidad de Oviedo, profesora de Educación Infantil. Construyendo el género. La escuela como agente coeducador P 1. España

(2) Cfr. Fernández Sánchez, Juan. (1988). Nuevas perspectivas en el desarrollo del sexo y del género. Madrid. Pirámide


Ana Luisa Muñoz Flores-Chile-Noviembre de 2016
Imágen: Ana Luisa Muñoz Flores

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