Obras de Arte

Descubre mi obra en http://www.artelista.com/

12 de agosto de 2017

EL COMPROMISOSOCIAL DE GABRIELA MISTRAL. ANA LUISA MUÑOZ FLORES




Imagen: Óleo sobre tela.José LuisToledoBravo

El compromiso social de Gabriela Mistral
     
A la par de sus escritos en versos, Gabriela Mistral escribía sobre compromiso y equidad social. Ya en su adolescencia cuestionaba la pobreza y la injusticia de los desposeídos, de los cuales también formaba parte.
     Al buscar el origen de esta preocupación, debemos remontarnos a su niñez, a su entorno elquino, primario y agrícola, que reflejó carencias sociales y políticas en que vivía el sector campesino de América del Sur.
     Conversaciones con Pedro Aguirre Cerda acerca de la necesidad de una Reforma Agraria -cuando éste aún se desempeñaba como profesor-, dieron origen al libro «El Problema Agrario» que el futuro Presidente de Chile le dedicó en 1929.
     En el año 1922 Gabriela fue llamada por el ministro de Educación de México, José Vasconcelos, para participar en la reforma educacional y en la fundación y organización de bibliotecas populares.
     Allí su labor fue la de cooperar en la creación de un nuevo estilo de educación. Sin embargo, México fue también la puerta de entrada al mundo indígena. En ese país se hará más fuerte su lazo con la causa indigenista. [11]
     Junto a Vasconcelos «reivindicaban lo precolombino, el pasado maya y azteca, la poesía zapoteca; pero también exaltaban al indio actual, los valores de su silencio, el sentido profundo de su recogimiento. Debía traducirse en redescubrimiento de su sensibilidad creadora expresada en la artesanía, el sentido teatral, la música y las danzas»(3).
     Después de México, su labor diplomática le permitió viajar, conocer y vivenciar otras realidades, tanto del continente americano como de Europa. En sus recorridos, pudo comprobar que el nuevo continente estaba en considerable desventaja con respecto a reivindicaciones y derechos sociales.
     «[...] la capacidad productiva y exportadora de América Latina enriqueció a sus oligarquías y al capital inglés y después norteamericano asociado con ellos y consolidó y reafirmó el dominio del latifundio sobre el espacio agrícola latinoamericano. [...] Pero todo significó al mismo tiempo un crecimiento económico empobrecedor para las mayorías rurales»(4).
     De México irá a Europa, en un recorrido por España, Italia y Suiza.
     Tras una breve estadía en Chile, su nuevo cargo como Secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones, la llevará nuevamente a Suiza. En adelante cargos consulares, charlas y conferencias la unirán al círculo diplomático y de Derechos Humanos de América y del mundo.
     Italia, por su clima y su gente, fue el país europeo más querido por Gabriela, y a él volverá continuamente por no volver la cara a esa América del Sur tan proclive al autoritarismo: «Italia siempre fue para mí la cura del ánimo. No sobra añadir que me deprime bastante el panorama de la América criolla que es la que más me importa en el mundo. Observe usted 'la cría de dictaduras'»(5).
     En 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial recibe en Suecia el Premio Nobel de Literatura, el primero que se le otorgaba a un escritor latinoamericano.
     Tres serán las ocasiones en que visite Chile: 1925, 1938 y 1954.
     Ese «autodestierro» nada tiene que ver con su vínculo a la geografía y al amor por su pueblo, especialmente Elqui. Sólo fue respuesta a quienes la hirieron. Intelectuales, políticos y miembros de su propio gremio: «Yo le di a este país mi vida en vano. No me quedo por no volver a vivir defendiéndome de los odios sin cara, de los odios hipócritas con los cuales no es posible la lucha honrada»(6)[12]
     Gabriela falleció en Nueva York a los 67 años de edad. Sus restos fueron repatriados a Santiago el 19 de enero de 1957.
     Gabriela Mistral elaboró una concepción de los valores que deben estar presentes en la realidad de nuestro país y América. Los aspectos políticos, económicos y culturales marginados de la cultura dominante: tierra, indio y mujer. Esto hizo de ella no sólo una poetisa sino además una gran pensadora.
     Desde un plano valórico, evaluó la situación y propuso un estado ideal para América. Estos juicios se encuentran sin un orden sistemático, desorganizados, difusos y mezclados junto a sus propias creencias y costumbres.
     La visión de mundo que Gabriela concretó fue particular y universal a la vez. Particular porque produjo un modelo de pensamiento concreto para América, rescatando los valores fundamentales de nuestra cultura y conduciéndolos a una propuesta respetuosa del origen. Y universal, porque englobó todos los ámbitos de la realidad pública y política. Su interés por la tierra abarcó un juicio político y económico; por el indio, una preocupación política y social y por la mujer, una inquietud política y cultural.
     A pesar de que sus textos están escritos en épocas diferentes y por diversas razones, existe entre ellos una coherencia conceptual que merece el apelativo de pensamiento, aplicándolo al análisis profundo de la problemática de poder que regía a América en la primera mitad del siglo.
     Es importante resaltar su labor intelectual para que otros conozcan el interés que existió en ella por el destino de América. Este interés lo canalizó a través de expresiones escritas en lenguaje sencillo para comunicarse con su gente, modesta, trabajadora, marginada de los poderes centrales.
     Fiel a un espíritu integracionista americano, Gabriela revitalizó el sueño de Bolívar, acorde al momento histórico en que estaba viviendo. Compartió también, con José Martí, un ideal de autonomía y libertad para el pueblo de América. Esta postura la llevó a denunciar la intervención norteamericana en Nicaragua y defender la causa de Sandino, entre otras.
     Ante audiencias extranjeras pedirá por América y por la población indígena. En reunión con el Presidente Truman olvidará los protocolos y dará libre cauce a sus inquietudes, tal como relata el traductor de esa sesión:
     «[...] Truman siguió. 'La felicito por el Premio Nobel'. Gabriela contestó: 'Muchas gracias, señor Presidente'. Truman continuó: '¿Le gusta Washington?'. Ella le dijo: 'Sí, mucho'. Yo comencé a darme cuenta que mi labor se estaba poniendo no fácil sino trivial, hasta que Gabriela, como ella acostumbra, quiso trascender lo convencional con un gran estallido. Y Gabriela dijo: 'Señor Presidente, ¿no le parece una vergüenza que siga gobernando en la República Dominicana un dictador tan cruel y sanguinario como Trujillo?'. Truman, por supuesto, no contestó, limitándose a una[13] ancha sonrisa. Pero Gabriela siguió. 'Yo quería pedirle algo, señor Presidente; un país tan rico como el que usted dirige, debería ayudar a mis indiecitos de América Latina que son tan pobres, que tienen hambre, que no tienen escuela'. Truman volvió a sonreírse sin decir nada, el embajador se puso nervioso y también el jefe de protocolo.»(7) Ese interés por el continente, por sus ideales, por su integridad cultural, y por todos sus componentes son los valores que rescatamos de Gabriela Mistral.





El clamor de la tierra
     Hace unos cincuenta mil años que el hombre habita este mundo y hasta hace unos treinta años atrás no tuvo oportunidad de salir fuera de él. La tierra ha sido su único hogar y su único sustento. Las comunidades que se organizaron en torno a ella la adoptaron como madre sagrada, llamándola también diosa protectora.
     «La religión de la tierra, aun suponiendo -como algunos suponen- que no sea la religión más vieja de la humanidad, no muere fácilmente. Una vez consolidada en las estructuras agrícolas, los milenios pasan sobre ella sin alterarla. A veces se presenta sin solución de continuidad desde la prehistoria hasta nuestros días.»(8)
     La figura de la madre-tierra se ha transmitido por generaciones en casi todas las culturas: femenina, fecunda, nutricia y amante leal.
     Civilizaciones hasta hoy han confiado en la magia benefactora de la naturaleza. De la explotación del suelo ha dependido siempre el hombre para subsistir. En la era contemporánea el cultivo del suelo no es algo nuevo y menos aún, prescindible.
     La faena del agro -campesinos, recolectores, pastores y otros-, sin embargo, no ha estado a la altura que le compete al tipo de producción que nos ha alimentado por siglos, generando historia, haciendo dinero, pero quedando rezagada del derecho y la justicia social.
     «Pocos recursos son más complejos que el suelo, que la misma tierra. Sus características afectan a muchas y diversas dimensiones de la vida social pese a que se trate de un recurso único, indivisible, integrado. Hubo civilizaciones que sacralizaron a la tierra, le otorgaron un estatuto divino para poder reflejar su complejidad, su potencialidad creadora. La civilización industrial, por el contrario, ha tratado de fragmentaria en componentes aislados, de equipararla a cualquier otra mercancía.»(9) [14]
     La colonización de América fue una imposición de un dominio señorial traído del viejo continente. No se hablaba de campesinos o trabajadores de la tierra, ni de latifundios o terratenientes, sino de encomiendas y hacendados.
     «La ideología señorial se compone de una serie de actitudes y creencias sobre la naturaleza de la tierra como elemento de rango, atesoramiento, poder y dominación social y sobre el carácter paternalista de las relaciones entre haciendas y campesinos dependientes»(10).
     Incluso la aparición de las haciendas coloniales fue secundaria y para abastecer a la minería de la época.«En el proceso deformación y consolidación de las haciendas, un aspecto esencial era cómo asegurar una mano de obra estable. Para ello, los hacendados utilizaron distintos procedimientos: fijación en sus tierras de indios siervos o libres; esclavitud de negros o de indios rebeldes; desposeimiento de sus tierras a las comunidades indígenas para obligar a sus miembros a trabajar para las haciendas. La población rural, según los países y regiones, se distribuía fundamentalmente entre la de las haciendas y la de las comunidades, tendiendo a ser cada vez más importante la establecida en las primeras»(11).
     El problema de la propiedad de la tierra ha sido una constante en el inicio de conflictos armados entre comunidades organizadas. El suelo, como mercancía, se ha medido en dos dimensiones: la superficie del territorio y la especialización de su uso o cultivo, pero no se tomaba en cuenta el factor humano que de ella dependía.
     En el siglo XIX se acentuó el proceso de urbanización, pero el sistema económico de dominación impuesto en la Colonia no había desaparecido. La población seguía siendo mayoritariamente rural, y empezaba a quedarse atrás del progreso urbano.
     Campesinos han existido siempre, pero tal designación resulta moderna ante los ojos de una América que vio los primeros esfuerzos por una reforma agraria recién en 1910 durante la revolución mexicana.
     Al campesino «[...] lo definían como el que está en otro lugar en lo que se refiere al espacio y, como el que no se encuentra sí no es que ocasionalmente, al margen, en esta sociedad. El campesino no es de fuera, pero tampoco es de dentro. Es, en cierto sentido, un excluido. Es así como, excluido, los militantes, los partidos y los grupos [15] políticos van a encontrarlo como sí fuera un extraño que llega con retraso al debate político»(12).
     El latifundio pudo concentrar hasta mediados del siglo XX el poder político, económico y social en América. Pese a esto, la estructura colonial que le precedía frenó el crecimiento de las sociedades, predominantemente agrícolas, lo que empobreció aún más al campesino que las servía.
     Hacia 1930 se aprecia en Chile la crisis del viejo orden rural, y se observan los primeros movimientos proletarios en el campo. Los partidos comunista y socialista presionaban por una politización del agro, pero Pedro Aguirre Cerda, Presidente de la República, no cedió frente al sindicalismo campesino ni ante cualquier tipo de organización que hiciera perder el control político y electoral sobre el campo.
     Los terratenientes supieron imponer el orden que les acomodaba. Después de la promulgación de la «ley de trabas» a la sindicalización campesina (1947), vino un período de flexibilización que culmina con una aparente reforma agraria bajo el gobierno de Jorge Alessandri, llamada también la «reforma macetero».

Desde que Colón «pisó»... América
     Gabriela Mistral se interesó por el tema indígena a partir de su acuciosa lectura de la realidad tanto de Chile como de la América española. Su autodefinición como indo-mestiza acentuó aún más su amor por el origen de la raza y del continente.
     Contextualizar el tópico indio implica una serie de circunstancias dentro de las que cuentan como principales el proceso de conquista y colonización a lo largo de todo el continente. Ambos procesos marcaron el destino de la raza india; impactando fuertemente en la cultura, creando una nueva raza, sustentada en la violencia, la expoliación de terrenos, la esclavización de la raza indígena y en el genocidio.
     La llegada del blanco a la América morena selló con sangre y muerte el destino de los aborígenes; los sentenció a la marginación y los desterró de su suelo sagrado. A partir de 1492, comenzó la cuenta regresiva para el indio, comenzó la extinción de sus formas de organización social, el desecho de sus ritos, costumbres y creencias. Con la llegada del blanco comenzó la «domesticación» del indio.
     El concepto de domesticación alude al abuso de fuerza y poder del blanco en contra del indio. La prepotencia con que el europeo conquistó y colonizó al indio es la prueba del instinto de superioridad de los caucásicos respecto de los naturales de América.
     El blanco se encargó de minimizar al indio en todos sus aspectos. En primer lugar lo redujo en un plano demográfico. De acuerdo con el historiador Luciano Pereña, durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII se produjo el mayor descenso de las castas indígenas, y no sólo por muertes, sino que también por el progresivo aumento del mestizaje(14).
     Este último hecho es importante de destacar, pues el proceso de mixtura racial fue el detonante de una serie de contradicciones a nivel socio-étnico. Con el mestizaje, que por cierto se inició desde que Colón arribó al nuevo continente, nace una nueva raza que a su vez instaura una forma de estratificación social.
     Dicha jerarquización de clases marca el destierro del indio, el despojo de su identidad cultural y la transformación de su cosmocentrismo. Ángel Rosenblat, citado en el libro de Pereña describe «El mestizaje fue esencial para la hispanización del continente. A diferencia del transplante de la sociedad en los pueblos indios por los puritanos ingleses, la colonización española realiza el mayor injerto de la historia a través del mestizaje.»(15)[17]
     Entre el blanco y el indio no hubo un encuentro, sino más bien un choque de alto impacto, en el que el blanco se consagró como el supremo y el indio como el esclavo. El blanco se autodefinió amo y el indio por designación forzada, servidor.
     Siglo tras siglo, el blanco perpetuó su dominio por sobre el aborigen. Ya instalado en América y seguro de su poder, sienta las bases del modelo occidental, que por supuesto entra en conflicto con el cosmocentrismo del indio. Este percibe la vida desde una perspectiva distinta a la del europeo. El autóctono está conectado con la naturaleza y especialmente con la tierra; él proviene de ella y todo se lo debe a ella.
     El conquistador no entiende de la comunión entre hombre y naturaleza, desconoce el significado de «pachamama» (madre tierra) y de las bondades que emanan de ella.
     Esta sumatoria histórica de luchas belicosas, de expoliación de tierras y reducción de masas indígenas se constituye en el precedente clave para entender los distintos procesos de desintegración de las sociedades indígenas. A partir de esta desintegración Gabriela comenzará a reflexionar sobre el tema del indio. La conquista y la colonia serán entonces los parámetros iniciales para internarse en los laberintos del cosmos indio.
     Para sobrevivir en una sociedad que busca blanquearse a costa del olvido y la exclusión del indígena, veremos con los ojos de Gabriela, las limitaciones del indio para sobrevivir como extranjero en su propia tierra.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...