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16 de enero de 2017

INTERRELACIÓN MASCULINO-FEMENINO








Imagen: "El beso"-José Luis Toledo Bravo



NO HAY TIEMPO PARA RESENTIMIENTOS 



De acuerdo a las investigaciones arqueológicas las relaciones masculinas-femeninas armónicas fueron las más largas. 

Duró un millón y medio de años, en equilibrio con la naturaleza y permanecen en el inconsciente colectivo. Es nuestra permanente añoranza de un al parecer paraíso perdido. La raza humana como especie, fue producto de la solidaridad mutua. La violencia es reciente en la historia evolutiva humana. 

En las primeras etapas de la humanidad, hombres y mujeres vivían integradamente. Con el advenimiento de la fase patriarcal y la introducción del sometimiento por medio de la violencia, donde lo masculino se apropia del dominio público y lo femenino supeditado a espacio privado. (No se habla de hombres agresores o mujeres víctimas propiamente tal. Sino de sociedades patriarcales estructurales que dan origen a un tipo de pensamiento y que generan condiciones opresivas). 

En la cosmología androcéntrica los valores misóginos adquieren soberanía, como una manera de perpetuar los nuevos órdenes de dominio. 

Sin embargo, nadie se queda ajeno al sufrimiento. Más o menos, todos heredamos las heridas de nuestros predecesores: hiperracionalidad, resentimientos, angustias, racismos, heridas mentales, disfunciones, soledades, ambiciones desmedidas, hambres de venganza, hambres desmedidas de acumulación, etc. Ricos y pobres, hombres y mujeres, niños y adultos todos víctimas y victimarios de una percepción de mundo que nos está asesinando como especie humana. 


No hay ya tiempo de resentimientos. Todos conocemos las grandes desigualdades, podríamos adentrarnos en tomos y tomos de estadísticas. No se pretende aquí cambiar o adaptar las herramientas ideológicas del “opresor” para que puedan se usadas en contra de éste y a favor del “oprimido”. 

Lo que se sugiere es cambiar a través de todos los medios pertinentes y existentes un cambio en los símbolos que reflejan los valores de nuestra sociedad, incluyendo los símbolos religiosos, políticos, educativos, etc. La mayoría, han servido para justificar la opresión. Los símbolos opresivos se desvanecen cuando ya no poseen los sustentos y pilares que los erigen. 

Es necesario hacer conciencia que tanto los que manejan los poderes y los que son objetos de él mismo recurren a los mismos símbolos para definir sus relaciones sociales y divinas: una compleja interrelación de roles de autoridad y sumisión, en los diferentes estamentos, en que nos encontremos ubicados. 

Ambos papeles son igualmente destructivos en una interacción saludable, puesto que los unos y los otros se sitúan en calidad de objetos. Los unos siendo objetos de su propio poder, para poder mantenerlo y perpetuarlo y los otros desautorizados en su propia autoestima. 

Un cambio sustantivo y cualitativo de los códigos que legitiman concepciones que mantienen a la humanidad sometida a un estado infantil, como estado de velación de la humanidad es un punto de partida, para reconstruir los senderos que en la actualidad se han tornado brumosos. 

No hay tiempo para resentimientos o venganzas, por muchas heridas que individualmente hayamos recibido a través de nuestras vidas, sean nuestros padres, hermanos, vecinos, profesores, grupos políticos u otros enemigos declarados o tácitos. 

La mujeres como seres humanos contamos con toda un bagaje orgánico, perceptual y sensorial que nos abre a la experiencia del ser. Ser es el verbo que establece las relaciones de profundidad en todos los verbos, tales como intuir, razonar, amar, imaginar, hacer, actuar, así como la valentía, la esperanza y el juego que están siempre ahí cuando realmente estamos viviendo. 

Desde dentro del actual sistema de cosas, siempre seremos marginales y tendremos que “pelear” nuestra cuota de poder, participación o paridad. 

No es desde aquí que yo planteo vivenciarnos. Sino desde otro plano que nos valide por nosotras mismas, sin tener que acudir a entes ajenos, para ello. Un replantearse, no desde un segmento de la humanidad, sino como especie humana, que no puede sobrevivir individualmente y ajena a la totalidad del planeta. 

La globalización depredadora, como se tiene conocimiento, ha nacido por la necesidad de las comunicaciones instantáneas, vía red de trueques comerciales, que enriquecen al minuto a personas individuales y empobrecen a millones de personas simultáneamente. También es capaz de bombardear simultáneamente millones de mentes acríticas, hegemonizando razonamientos y manipulando mentes. 

Sin embargo, esta era global, también da la posibilidad que otros seres humanos críticos, propongamos con más fuerza nuestra conciencia colectiva de “ESPECIE HUMANA”, la cual fue la que dio paso del estado animal a ser humano, provistos de emociones, creatividad, reciprocidad, intercambio, inteligencia, libertad, etc.. 

Es por esta razón, que las mujeres como género, tenemos muchas tareas por delante: debemos velar no solo por nuestra integridad, sino el de toda la raza humana, la cual no se sustenta a sí misma sólo como especie, sino que está interrelacionada con todas las especies y el planeta en general. 

Lo cual no significa, un estado de neutralidad ideológica, como algunos entienden o un estado pasivo y cómodo de enfrentar la vida. Por lo general, somos utilizadas por todas las concepciones, en beneficio de segmentos de la humanidad. Por el contrario, esta manera de percibir nuestra realidad nos hace comprometernos más en la gestación de un futuro común a la humanidad y a la tierra, casa de todos los vivientes 




Ana Luisa Muñoz Flores-Chile-Enero 16 de2017 


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