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1 de abril de 2017

DIOS YA NO HABLA SÓLO EN MASCULINO




               Imagen: "Josefa y las flores blancas". Ana Luisa Muñoz Flores


DIOS YA NO HABLA SÓLO EN MASCULINO


Las teólogas feministas comienzan a modelar un nuevo lenguaje sobre Dios, a partir de su propia experiencia, que pretende cambiar la perspectiva y sobre todo los imaginarios colectivos que, en defi nitiva, son siempre los que definen las praxis e inspiran los caminos de celebración, que son incluso casi más importantes que los discursos cuando se trata de expresar lo que queremos decir cuando decimos Dios.

Los cambios en el modo de pensar a Dios y de relacionarse con él, no están sólo en llamarlo madre o darle características femeninas, como la ternura, el amor o el servicio (que aplicados a mujeres siguen siendo a priori culturales). 

Quedarse ahí no sería ninguna novedad, pues esto ya está en la biblia, aunque no haya servido para igualar la experiencia de las mujeres a la de los varones.

Se trata de que el nuevo hablar de Dios desmonte y cambie las estructuras, deje sin justifi cación las discriminaciones y abra nuevas visiones del mundo y de la comunidad, de modo que emerjan nuevos valores y principios más liberadores e igualitarios.

Como afirma claramente Rosemary Radford Reuther: “El principio crítico de la teología feminista consiste en promocionar la plena humanidad de las mujeres. […] todo lo que empequeñece o niega la plena humanidad de las mujeres no puede ser considerado reflejo divino ni en auténtica relación con lo divino, ni un reflejo de la verdadera naturaleza de las cosas, ni mensaje u obra de un auténtico redentor o de la comunidad de redención.

Este principio negativo implica también uno positivo: aquello que promueve la plena humanidad de las mujeres viene del Espíritu Santo, refleja una verdadera relación con lo divino, constituye la plena naturaleza de las cosas, el auténtico mensaje de redención y la misión de la comunidad redentora”.


La teología hecha desde esta perspectiva descubre que muchas formulaciones de la divinidad en la tradición cristiana fueron humanamente opresivas y religiosamente idolátricas, porque nacían de los que tenían el poder, y justificaban las estructuras injustas. 

Parezca o no relevante, el lenguaje sexista socava la igualdad humana de la mujer que queda invisibilizada, neutralizada en su palabra. 

Por supuesto que no se libera a nadie hablando en femenino, pero puede ayudar a poner un “tú” distinto y plural cuando hablamos entre nosotros, y especialmente cuando le hablamos a Dios.

CARME SOTO VARELA

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