Imagen: "Torso de mujer". Ana Luisa Muñoz Flores
Cambiar el orden simbólico y las formulaciones sexistas
Es cierto que este esfuerzo liberador del lenguaje sobre Dios que busca la teología feminista va de la mano de otros esfuerzos teológicos para pensar a Dios en diversos contextos, que quieren ser también liberadores y encarnados.
Con todo, sigue siendo
necesario el esfuerzo de la teología feminista para reformular el concepto de
la divinidad, pues a pesar de los intentos de formular metáforas femeninas para
Dios, el culto y la doctrina siguen liderados por varones y la salvación sigue
siendo masculina.
Ya que no se trata sólo de
dirigir la mirada de Dios hacia las zonas marginales de la sociedad, sino que
hay que cambiar el orden simbólico, las formulaciones todavía sexistas
presentes en la doctrina y en el imaginario cultural y religioso para que los
que están en los márgenes puedan, por fin, estar en el centro.
Uno de los aspectos en los
que se ve más clara la falsa neutralidad de la reflexión sobre Dios es en los
conceptos e imágenes utilizadas para definirlo.
Es curioso constatar que la
teología feminista se reduce a veces a un tramposo intento de hablar en
femenino o de insistir en que Dios tiene rasgos femeninos.
Esto es minimizar algo
bastante más profundo. Se trata de aceptar la plena dignidad de las mujeres en
la religión, tanto de derechos como de autoridad. Como Elisabeth Johnson afirma:
“Las mujeres de la comunidad católica están excluidas de la plena participación
en el sistema sacramental, de los centros eclesiales donde se toman la
decisiones importantes, se establecen normas y se elaboran símbolos, y de los
roles de liderazgo público oficial, tanto en el gobierno como en la asamblea
litúrgica.
Están llamadas a dar culto a
un Dios salvador masculino enviado por un Dios masculino cuyos legítimos
representantes sólo pueden ser hombres, aspectos todos ellos que reducen sus
personas, precisamente como femeninas, a un papel periférico.
Se juzga que su feminidad no
es adecuada para hablar de Dios. En una palabra, las mujeres ocupan un espacio
marginal en la vida oficial de la iglesia: necesariamente están allí, pero con
un valor limitado”.
Reformulación
de la teología y la tradición
Con todo, la meta de la teología feminista no
es darle la vuelta a la torta y cambiar el género del sistema opresor. Tampoco
es conseguir un pedazo de ella.
El esfuerzo de la teología
feminista es hacer entre todos, hombres y mujeres, una nueva torta. No se
trata, pues, de hacer pequeños y a veces incó- modos cambios en el status quo
sino una profunda reformulación de la teología y de la tradición.
Ahí reside la clave y la
profundidad de la reflexión teológica desde la perspectiva feminista. Si todos
y todas sabemos que Dios es espíritu y que por lo tanto no es hombre ni mujer y
que, como afirma el Génesis, hombre y mujer están hechos a imagen y semejanza
de Dios, ¿por qué es normal hablarle en masculino y tan difícil de entender que
se pueda pronunciar su nombre también en femenino?
La realidad es que todavía
cuesta mucho separar a Dios de los rasgos masculinos que se le han ido
atribuyendo a lo largo de la reflexión y vivencia cristianas, y lo que empezó
como metáfora se ha convertido en esencia.
De todos modos, no basta con
feminizar los símbolos y las imágenes sobre Dios; se trata de ser capaces de
nombrar hoy a Dios de forma correcta y para ello es necesario que también se
formule desde la experiencia de las mujeres.
Esta experiencia ha de ser
instancia crítica que denuncie los discursos opresores que oscurecen el mensaje
liberador de la fe.
Nosotras también tenemos una
responsabilidad y una palabra autorizada para permitir que nuestro Dios se siga
encarnando en la realidad.
Fuente: Carme Soto Varela
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