Imagen: "Dulzura". Ana Luisa Muñoz Flores
Neutralidad
del discurso y autoridad de la escritura
Cuando en 1895 Elisabeth
Cady Stanton y el grupo de mujeres que con ella comenzaron a leer la biblia
desde una perspectiva diferente, publicaron The Woman’s Bible (La biblia de la
mujer) se puso de manifiesto que el discurso sobre Dios, incluso en la sagrada
escritura, no era neutro (depende de dónde se lee y de quién extrae el
mensaje).
E iniciaron un movimiento
que puso los cimientos de una nueva manera de acercarse a la escritura poniendo
al descubierto los condicionamientos androcéntricos y patriarcales presentes ya
en los textos y en sus interpretaciones.
Los estudios bíblicos
realizados por mujeres fueron analizando y sacando a la luz los distintos
elementos que fundamentaban las raíces patriarcales y androcéntricas de los
textos, y sus variados puntos de vista destaparon la aguda cuestión sobre la
comprensión de la autoridad de la escritura.
Este problema está aún por resolver y fórmula
de nuevo la cuestión de qué es la revelación y en qué medida el canon lo
resuelve en su explicitación para la fe.
Texto
inspirado y humano: continente y contenido El hecho de que un
texto sea canónico y se considere inspirado, no elimina que sea un producto
humano condicionado histórica y culturalmente.
Y esto se convierte en un
desafío cuando hay que re- flexionar sobre la presencia de las mujeres en la
biblia como sujetos que hablan y actúan.
Una de las tareas más
significativas que tiene entre manos la teología feminista es la de afrontar
esta realidad, fruto de la encarnación de la palabra de Dios, formulando una
nueva hermenéutica que supere el continente y que transparente de forma nueva
el contenido.
Para eso es necesaria una
exégesis lúcida, fiel a nuestra época y valiente, capaz de iluminar caras
ocultas de la revelación, y que evite sacralizar lo que es humano y deje que lo
divino se enraíce de nuevo en lo mundano.
Este esfuerzo no es un mero
ejercicio intelectual ni una búsqueda desesperada de razones que justifiquen
desde la fe las demandas sociales, políticas o económicas de las mujeres.
Como afirma Pannenberg
categóricamente: “Las religiones mueren cuando pierden la capacidad de
interpretar de forma convincente todo el abanico de experiencias actuales a la
luz de su idea de Dios”.
Era necesario buscar marcos
alternativos de interpretación para el estudio bíblico, histórico y teológico.
Las teólogas feministas, con
ayuda de otras disciplinas, rescataron los fragmentos de la historia de las
mujeres en la biblia y en otros textos, buscaron en la exégesis y en un nuevo
discurso teológico los espacios liberadores, ocultos durante siglos de mirada
masculina, y empezaron a reivindicar nuevos lenguajes y prácticas eclesiales
liberadoras e inclusivas, nacidos de las nuevas preguntas que su experiencia y
su reflexión hacían emerger.
Han procurado, así,
desarrollar un pensamiento teológico que no reproduzca ni sancione los sistemas
de dominación y subordinación que imposibilitan la construcción de una
identidad autónoma de las mujeres y de todos los sujetos y colectivos que han
estado condenados a la marginación social.
Más aún, pretenden liberar
las posibilidades emancipadoras e igualitarias presentes en los textos
sagrados, en las tradiciones religiosas y en las interpretaciones contemporáneas.
De esta forma desean recrear
no sólo las estructuras, sino también el mundo relacional y los espacios
comunitarios de fe, contribuyendo a elaborar un discurso teológico que se
oponga a cualquier opresión y discriminación.
Como dice Elisabeth
Schüssler Fiorenza: “La teología feminista debe tratar de capacitar a las
mujeres para que se conviertan en sujetos teológicos, participen en la
construcción crítica de los signifi - cados bíblico-teológicos, y proclamen su
autoridad para hacerlo”.
Fuente: Carmen Soto Varela
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