Obras de Arte

Descubre mi obra en http://www.artelista.com/

29 de julio de 2017

Del cuidado andocrático al cuidado gilánico. Ana Luisa Muñoz Flores




                       Imagen: "Amor estival". Ana Luisa Muñoz Flores. alumuflores



Del cuidado andocrático al cuidado gilánico

Anamaría Hernández Barrantes

El cuidado a partir del paradigma androcrático El sistema androcrático valora a las mujeres por tres atributos, fundamentalmente, la belleza, la capacidad de servir y cuidar a los(as) demás y la maternidad. Atributos que las mujeres asumimos como lo que da sentido a nuestras vidas y nos pone a rivalizar entre nosotras.

Quisiera reflexionar sobre el segundo aspecto mencionado: la capacidad de servicio y de cuidado. Es claro que, tanto a mujeres como a hombres nos han asignado tareas de cuidado pero, como todas las demás asignaciones de género, estas están diferenciadas y valoradas de manera asimétrica y jerárquica.

Ser proveedores es el papel asignado a los hombres, velar por la atención de la familia es el mandato social a las mujeres. Roles asignados y asumidos que se vuelven comportamientos y formas de vida “propios” de mujeres y hombres. En el caso de las mujeres, tradicionalmente tenemos a cargo el cuidado de los hijos y las hijas, del marido, de la madre y el padre cuando estos están mayores o enfermos y de los enfermos en general.

 Somos las mujeres quienes mayoritariamente pedimos permiso en los trabajos para llevar a las niñas y los niños a las citas médicas o para asistir a las reuniones de la escuela. Dejamos más fácilmente nuestros trabajos remunerados para dedicarnos a la crianza de nuestros descendientes o al cuidado de algún familiar enfermo.

Socialmente, la responsabilidad de la reproducción biológica y social de la familia (ser madre, criar y cuidar los hijos, y organizar el hogar), ha sido valorada de manera ambigua; por un lado, tradicionalmente no es asumida por los hombres, para quienes su campo de acción es la vida pública y el trabajo productivo el cual cuenta con un amplio reconocimiento y valoración social. Así en la jerarquización de las funciones sociales no tiene el mismo valor ser ama de casa (“espacio propio de las mujeres”) que realizar trabajo en el espacio público y ser el proveedor de la familia (papel asignado a los hombres) que como dice Bolt (s.a.: 37) en estas sociedades…”las funciones extrafamiliares tienen más peso social que las familiares.”

 Pero, también es cierto que se maneja un discurso que “alaba” y “valora” el papel doméstico de las mujeres, se usa como contenido de la publicidad comercial cercana al día de la madre y se aprecia a la mujer que no trabaja fuera del hogar y, cuando por “lamentables” circunstancias tiene que hacerlo, ella continua realizando labores hogareñas (doble y triple jornada) y en la línea del cuidado de los demás porque “nadie puede hacerlo como nosotras”.

Una forma de mantener el sistema social y cultural (Lagarde, 2001). Ahora, bien, el problema no es realizar este tipo de papeles, el asunto es que: • se asumen como propios de las mujeres por el hecho de serlo y nos restringen la vida a estos. Nos dan el título de especialistas en la dedicación a la vida afectiva a costa de la marginación en otros campos (Amorós: 1985); • esta concepción se sustenta en relaciones de poder que se ejercen para asegurar la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de lo femenino.

Estableciendo relaciones de género antagónicas y jerárquicas. Toda esta visión me lleva a pensar que el cuidado, en el contexto de una sociedad androcrática, se convierte, para los hombres, en una oportunidad y una forma de ejercer el poder de dominio (Lagarde, 1997), porque proveer el sustento familiar da licencia para mandar, por eso son jefes de familia1 1 También las mujeres que asumen, por diversas circunstancias, la responsabilidad económica de la familia son llamadas jefas de hogar.

 Además es común oírlas decir que son “padre y madre”, pues tienen tanto la responsabilidad de cuidar como de mantener económicamente a la prole. … pues “quien paga la música manda en el baile. “Cuidar” es tener poder de dominio sobre la persona cuidada. En el caso de las mujeres, el asunto es más complejo, por un lado, al verse como una obligación, por la condición de género, el cuidado de la familia se asume conciente o inconscientemente como una carga, pues no es opción: tengás o no tengás los recursos internos y externos para hacerlo, tenés que hacerlo. En la que se pone más de lo que se recibe por lo que es una fuente de constante frustración (Amorós: s.a., 272). En este contexto, el cuidado de las otras personas más de una vez significa descuido de sí misma.

Pero también, esta visión del cuidado androcrático nos da la oportunidad a las mujeres de ejercer una forma de poder, también de dominio, pues, no pocas veces, crea dependencia por parte de quienes cuidamos. Esto nos hace sentir valiosas y dar sentido a nuestra vida concebida en función de los otros. En síntesis, este tipo de cuidado provoca, entre otros, sobreprotección, control y dominio por parte del cuidador – cuidadora generando, muchas veces, dependencia y rechazo al mismo tiempo, por parte de los cuidados y las cuidadas.

El papel de cuidadoras no solo se ejerce en el ámbito familiar, se vuelve estilo de vida que se despliega en todos los espacios en los que nos movemos: grupos de amistades, espacios laborales y de estudio. Es una forma de relacionarnos. Así, se establecen relaciones entre el yo cuidadora y los otros(as): los cuidados (as), que, entre otras cosas: • crea dependencia entre cuidadora y cuidado;

• se maneja el control disfrazado de cuidado;
• se manifiesta ayuda, cuando en realidad es sobreprotección; • disimula actitudes obsesivas con cercanía y preocupación (Boff: 2002, 131);
 • coarta la libertad y la creatividad.

 La relación yo – nosotros/as caracterizada por el cuidado gilánico Actitudes como las descritas anteriormente no posibilitan un nosotros/as, porque para que la experiencia nosotros/as sea posible se requiere, entre otras cosas, que, como señala Boff, la “acción de diálogo yo – tú [que crea el nosotros/as], sea liberadora, sinérgica y constructora de una alianza perenne de paz y amor”... que promueva la autonomía, la libertad, la apertura y la creatividad (2002: 113 y 118) sin agarres ni violencias, como nos propone Restrepo (1994). Que sea una relación caracterizada por la ternura vital, la caricia esencial, la amabilidad fundamental, la convivencialidad necesaria, la compasión radical (Boff, 2002).


En este sentido, no una relación de poder de dominio, sino de poder con… que geste colectivamente soluciones creativas a los problemas (en sentido amplio), en la lógica sinérgica y de poder para… “poder generativo o productivo que permite compartir los poderes y favorecer el apoyo mutuo, abrir posibilidades y acciones sin dominación” (Hernández, 2007: 41).


Así en la generación del nosotras/os ninguna persona queda excluida, marginada o discriminada, ni es explotada por su condición de género, edad, etnia, opción sexual, discapacidad y posibilidades económicas. Pero también se requiere que Yo, en este caso yo mujer, me cuide en cuerpo, mente y espíritu, sea un ser para mí misma, fortalezca el poder desde dentro, el poder que surge del ser yo misma, del reconocimiento de mis experiencias y potencialidades.


Solo así podré participar sanamente en el cuidado de los otros y las otras en relaciones de reciprocidad, respeto y libertad que no impliquen carga y mandato. Donde el yo no sea anulado por el nosotras/os (experiencia de muchas mujeres) ni el nosotras/os quede en desventaja ante el yo (del padre, del hombre) (Maturana en Eisler, 1993).
Solo así iré e iremos contribuyendo a hacer posible una sociedad cimentada en una cultura gilánica (Eisler, 1993).

§ Referencias bibliográficas

§ Amorós, Celia (s.a.) Editora Feminismo y filosofía (en Universidad de La Salle (2006) Compendio de lecturas del curso Educación y Equidad de Género).
 § Amorós, Celia (1991) Hacia una crítica de la razón patriarcal. (en Universidad de La Salle (2006) Compendio de lecturas del curso Educación y Equidad de Género).
 § Boff, Leonardo (2002) El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la Tierra. Madrid: Trotta.
 § Boff, Leonardo & Muraro, Rose M. (2004) Femenino y Masculino. Una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias. Madrid: Trotta.
§ Bolt, Alan. Masculinidades y desarrollo Rural: una nueva manera de satisfacer las necesidades humanas esenciales y defender la red de la vida. (en Universidad de La Salle (2006) Compendio de lecturas del curso Educación y Equidad de Género).
 § Eisler, Riane (1993) El cáliz y la espada. Nuestra historia, nuestro futuro. Santiago de Chile: Cuatro vientos; 4º ed.
§ Lagarde, Marcela (1997) Género y Feminismo. Desarrollo Humano y Democracia. España: Horas y horas, 2º ed. (en Universidad de La Salle (2006) Compendio de lecturas del curso Educación y Equidad de Género).
§ Lagarde, Marcela (2001) Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas. UNAM. México. (en Universidad de La Salle (2006) Compendio de lecturas del curso Educación y Equidad de Género).
§ Hernández, Anamaría (2007). La participación política de las mujeres. Documento sin publicar.

§ Restrepo, Luis Carlos (1994) El derecho a la ternura. Bogotá: Arango editores.

Fuente: http://centronosotros.or.cr/andocraticogilanico.pdf

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...