Imagen:"Pachamama". Arte digital. Ana Luisa Muñoz Flores. alumuflores
GAIA: LA RESURRECCIÓN DE LA DIOSA TIERRA.
Cuando parecía que las antiguas religiones
matriarcales habían terminado por ceder terreno al patriarcado de dioses como
Yahveh o Alá, en el mundo occidental volvió a levantar cabeza el culto a la
Diosa Gaia, a la Madre Tierra. El adelanto vino con la Hipótesis Gaia,
postulada por James Lovelock, que ha sido interpretada de una manera
religiosa. El Ojo de la Eternidad echa
un vistazo a lo que quizás podría ser la resurrección de la Gran Diosa Madre...
LA
ANTIGUA DIOSA DE LA TIERRA.
Como hemos reseñado en varias oportunidades en El Ojo de la Eternidad, la primera gran religión fue la adoración de la comúnmente conocida como Gran Diosa Madre. La Diosa asumió históricamente muchas formas, pero una de las más populares era, y sigue siendo, la de Gaia, la diosa de la Tierra.
En
la Antigua Grecia, Gaia era adorada como la madre común de todos los seres.
Dice la mitología griega, tal y como Hesíodo nos lo ha hecho llegar en su obra
"Teogonía", que en el comienzo habían tres dioses: Gaia (la Tierra),
el Caos, y Eros, la fuerza misteriosa que todo lo une y todo lo fertiliza.
Por
intermedio de la acción de Eros, Gaia se entregó entonces a una intensa
actividad partenogénica, pariendo por sí misma (¡y sin necesidad de varón!) a
diversos dioses y criaturas, hasta llenar el mundo con ellas. Luego, Gaia se
unió a uno de sus hijos, Urano, el dios del Cielo, quien la violó
sistemáticamente para terminar de engendrar al resto del mundo. Esto, hasta que
Gaia se enojó y le pidió a uno de sus hijos/nietos, Cronos (el Saturno romano)
que hiciera algo al respecto. Cronos fue directo y expedito: le cortó a su
padre/hermano Urano el miembro viril, y lo arrojó lejos.
En
general, la mitología griega clásica se acuerda bien poco de Gaia. Hay una
buena razón para esto. Como hemos reseñado en otro artículo, el ascenso de las
religiones patriarcales sumergió al Culto de la Diosa Madre, del cual Gaia era
una encarnación, y a partir de entonces, las diosas pasaron a ocupar un papel
de comparsas. Una muestra de esto se encuentra en el mito de Hércules.
En
una de sus tantas andanzas el héroe Hércules (hijo del dios patriarcal Zeus) se enfrenta al
gigante Anteo, hijo de Gaia. Hércules descubre que Anteo es casi imbatible,
porque cada vez que cae al suelo, al contacto con su madre Gaia recupera sus
fuerzas. Por lo que Hércules lo alza en el aire y lo estrangula. He aquí una
muestra de como los sacerdotes de las religiones patriarcales sutilmente
intentaron poner a la venerable Gran Diosa como la villana de la historia.
Sin
embargo, con el advenimiento de la religión patriarcal occidental por excelencia,
el Cristianismo, ya no había espacio para el paganismo, y menos para Gaia. La
gran figura femenina del Cristianismo, la Virgen María, poco tenía que
ver con el culto de la Tierra, y de esta manera, Gaia entró en la penumbra.
¿Para siempre...?
LA
CIENCIA RESUCITA A GAIA.
En
la década de 1970, los científicos estaban preocupados por el tema de la
existencia de vida en Marte. ¿Había acaso alguna manera de predecir si en Marte
habían criaturas vivientes? Un científico que en ese entonces se dedicaba a la
cacería de gases contaminantes en la atmósfera, James Lovelock, asumió el reto.
Lovelock cayó en la cuenta de algo bien simple: la vida, al propagarse, tiende
a modificar su entorno.
Parece de perogrullo, pero en ese tiempo, el Darwinismo más ortodoxo
proclamaba que las especies sólo debían adaptarse a los cambios ambientales o
morir: nadie parecía pensar que quizás una forma de adaptarse a esos cambios
ambientales era a su vez convertirse en una fuerza capaz de modelar el medio
ambiente. Si en Marte existía vida, ésta tenía que haber cambiado de alguna
manera su medio ambiente. Y para eso, ¿cómo cambiaba la vida terrestre su
propio planeta...?
Lovelock
apunta a que la química atmosférica de la Tierra es una aberración imposible.
Los restantes planetas del sistema solar tienen atmósferas fuertemente
oxidantes o reductoras, pero la terrestre es sólo débilmente oxidante. Si se
dejara caminar sola a la atmósfera terrestre, sin vida alguna, el resultado
final sería que el 71% de nitrógeno desaparecería reaccionando químicamente con
el suelo y escurriéndose, mientras que el oxígeno acabaría reaccionando con
cualquier cosa capaz de oxidarse (hierro, carbono, cualquier cosa) hasta
desaparecer como un compuesto químico libre.
La única manera de mantener una atmósfera
inestable como la terrestre, es que alguien continuamente produzca y retire gases
de ellas: ese alguien debe ser la vida terrestre. Lo que golpeó duramente a la
comunidad científica en su época, es la idea de que esa vida terrestre pudiera
hacerlo para garantizar su propia supervivencia.
¿Es
entonces la Tierra un organismo vivo? Lovelock deja la pregunta en el aire:
para él, el concepto de
vida no es
verdadero ni falso, es simplemente superfluo. Lovelock prefiere hablar de
sistemas cibernéticos capaces de autorregularse.
Un organismo vivo es un sistema capaz de autorregularse, y Gaia, de ser cierta su
hipótesis, también es capaz de autorregularse a sí misma como un todo
coherente. Aún así, no pocos malentendieron esto, y confundieron el concepto de
homeostasis (la capacidad de los organismos vivos para autorregular sus propias
condiciones) con el de organismo viviente propiamente tal.
Y
como Lovelock aceptó la sugestión de su amigo, el escritor William Golding,
para llamar "Gaia" a su teoría, las acusaciones contra Lovelock de
estar promoviendo ideas teológicas disfrazadas de ciencia arreciaron.
LA
DIOSA NEW AGE.
En
la década de 1970, los científicos estaban preocupados por el tema de la
existencia de vida en Marte. ¿Había acaso alguna manera de predecir si en Marte
habían criaturas vivientes? Un científico que en ese entonces se dedicaba a la
cacería de gases contaminantes en la atmósfera, James Lovelock, asumió el reto.
Lovelock cayó en la cuenta de algo bien simple: la vida, al propagarse, tiende
a modificar su entorno.
Llegó
la década de 1980, y con ella explotó el movimiento New Age. Como ha sucedido
en otras ocasiones, el debate científico trascendió, se malentendió, y hubo
quienes extrajeron una nueva religión de ello: el culto de Gaia. De esta
manera, Gaia se transformó en la más importante de las diosas neopaganas
adoradas en los círculos de la New Age.
Gaia
era especialmente apta para esto: los científicos parecían haber probado que la
Tierra era en verdad un organismo vivo (Lovelock jamás afirmó esto, por
supuesto), y además, estaba la idea de recobrar a una diosa ancestral. Siendo
decididamente antitecnológico, el movimiento New Age deseaba por supuesto
regresar a las raíces culturales de la Humanidad, y al final del camino estaba
el culto a la Tierra, llámese la Gaia de los griegos o la Pachamama de los
antiguos pueblos andinos.
De
esta manera, el culto de Gaia prendió fuertemente, y surgieron varias sectas en
torno de esta diosa resucitada.
Sin embargo, quienes desdeñan el éxito de Gaia como una chifladura propia de algunos New Age tejedores de ponchos, deberían mirar otra vez.
Sin embargo, quienes desdeñan el éxito de Gaia como una chifladura propia de algunos New Age tejedores de ponchos, deberían mirar otra vez.
Las religiones tienden a cambiar cuando lo
hacen sus adoradores, y el mayor y más solapado cambio religioso que se está
produciendo, es el retroceso de los dioses patriarcales y el advenimiento de
las diosas, como correlato del crecimiento del poder femenino en el interior de
las sociedades occidentales. Este movimiento fue presagiado ya en 1965 por
Frank Herbert, quien en su novela "Dune" anunciaba que la exploración
espacial iba a destruir a los antiguos dioses patriarcales, e iba a crear una
religión del inmanentismo cósmico, encarnado como una especie de diosa del vacío
estelar, y en "Dune", no por casualidad, la fuerza política más
importante del universo era una cofradía de mujeres, las llamadas brujas Bene
Gesserit.
Gaia
no es la única diosa que se ha puesto en la carrera por revitalizar el papel de las diosas. Hace poco, el éxito de "El Código Da
Vinci" giraba en
torno a la revalorización de María Magdalena como compañera de Jesús.
Y
dentro de la propia Iglesia Católica, hace tiempo que existe un fuerte
movimiento mariano, que le otorga un poder cada vez mayor a la Virgen María. El
éxito relativo de Gaia refleja una tendencia de los tiempos: después de unos
tres o cuatro milenios a la penumbra de los dioses, quizás las diosas estén por
tomarse una revancha fulminante. Después de eso, la historia de las religiones
no volverá a ser lo mismo.
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