Imagen: "Cambio de Era". Ana Luisa Muñoz Flores
El gran juego de la separación
El papel de la mujer es fundamental en el advenimiento de
esta nueva Era. Hasta ahora, hemos estado inmersos en un proceso involutivo en
el que nos hemos ido separando progresivamente de nuestra conciencia divina,
nos hemos ido alejando de las tierras de la unidad hasta alcanzar el máximo
grado de diferenciación, de fragmentación y de dualidad.
En este
proceso involutivo, hemos estado practicando un juego: el de lo masculino y lo
femenino. Ha sido el gran juego de la separación. Y como todos los juegos,
requiere contrincantes, lo cual no necesariamente significa enemigos. Dos
fuerzas contrarias no forzosamente están llamadas a odiarse la una a la otra,
ni siquiera a rechazarse o ignorarse.
Pueden y
deben aprender a armonizarse en una actitud de mutuo respeto. Los conceptos de
macho y hembra han generado guerras y disensiones, y sólo son capaces de
treguas sucesivas dentro de una gran guerra visceral, sólo son unas máscaras.
En el
juego de las hembras y los machos, no logramos imaginaros a nosotros mismos si
no es colocados sobre las casillas negras o blancas de un hipotético tablero de
ajedrez. Y en ese funcionamiento binario, cualquiera que sea la casilla en que
nos colocamos, nos sentimos siempre al lado de los buenos, de los
incomprendidos, de las víctimas o bien de los que dominan, si acaso para evitar
ser dominados.
En el marco de esta visión,
nuestro ministerio de la guerra personal se llama Ministerio de Defensa,
siempre nos estamos defendiendo de algo. Y esta visión no sólo abarca las
relaciones personales sino nuestra vida social y profesional. Hemos olvidado
que nuestra verdadera vida no se sitúa en el tablero de ajedrez, ni siquiera en
las manos que trasladan las fichas, sino en el centro de aquel que concibe el
juego, es decir, en nuestro espíritu.
El principio del macho
La energía del macho es una energía de dominación, de fuerza
bruta, violencia, miedo, rigidez, primitivismo, bestialidad, de opresión de la
conciencia, de uniformidad y rutina, que nos lleva a no salir del surco cavado
por nuestros padres y ancestros, es la fuerza de la repetición que quiere
organizarlo y controlarlo todo sin posible desviación.
La del macho es una
tierra en la que los apetitos nunca son satisfechos, es la tierra imaginaria de
aquellos que han olvidado el signo de su nacimiento.
El reino del macho, que es el territorio del ego personal, no
puede concebir en sus sujetos el paso al ser, sólo tolera el derecho a existir.
El del ego exacerbado es un estandarte totalitario, contrarrevolucionario, que
practica el ahogo de la conciencia, que la desvía de su propio centro.
Lo varonil clasifica, hace repertorios, levanta barreras.
Pero el exceso de fuego varonil no es patrimonio exclusivo de los hombres, sino
de un número creciente de mujeres las cuales, como respuesta a la dominación
del macho, han pasado al otro extremo reproduciendo su misma actitud.
Cuando la mujer intenta apropiarse de las características del
hombre se identifica con el pobre que, alardeando de ideales de igualdad, en
realidad solamente sueña con conquistar los privilegios de los ricos.
Toda fuerza que intente ponerse en el lugar de otra apoyándose en
mecanismos análogos nunca está en su sitio, es un clon de la precedente. Por
ello, la historia de la humanidad no es, hasta el presente, más que una
sucesión de modelos de poder y de dominación que se reproducen y se copian unas
a otras, establecidos sobre relaciones de fuerzas.
El fuego femenino que ahora está empezando a manifestarse tiene
por misión poner fin a ese combate y librarnos de la dualidad, del tartamudeo
que va del dominante al dominado. La forma patriarcal de administrar la
existencia rechaza el sueño y la fantasía porque éstas se oponen a la realidad
cotidiana. La parte varonil de nuestra personalidad es la que busca las
respuestas en el exterior, la que cree que Dios está fuera.
El principio masculino
En Astrología, el principio masculino está representado por
el Sol. El Sol es voluntad, energía, emisividad, fuerza de arranque,
iniciativa, potencialidad, germen.
Pero es también la voz de la conciencia, que es como un depósito
que contiene el cúmulo de todas las experiencias que hemos vivido a lo largo de
nuestras existencias, y de la sabiduría que hemos atesorado. El espíritu se
manifiesta a través de nuestro Sol, es decir, a través de nuestro principio
masculino El Sol es fecundador, representa los valores diurnos.
El principio femenino
El principio femenino corresponde a la Luna en Astrología. La
Luna representa la oscuridad, los valores nocturnos, el subconsciente, la parte
no visible de nuestra psique.
Representa también la fantasía, la sensibilidad,
el sueño, la ternura, la delicadeza, la fertilidad, la compasión, la
fecundación, la receptividad, la imaginación, la intuición, la tolerancia, el
deseo, la diplomacia, la capacidad de perdonar, de amar incondicionalmente y de
dejarse amar y mimar, de recibir, de expresar las emociones, de adaptarse, de
cuidar a los demás.
Pero la Luna es también audacia, intrepidez la mujer es la
llave secreta que abre las puertas del inconsciente, es la mediadora entre el
hombre y las fuerzas secretas del universo. Dijo el Cristo (por boca de
D.Meurois Givaudan en su libro “Visiones Esenias”) : “ La imaginación es una
facultad femenina hermana del amor, podemos verla como un agua manada de las
alturas del alma y que impide que se seque el corazón.
El fuego femenino es un
fuego revelador, pone en evidencia, bajo el Sol, una herida latente, una
carencia. La iniciación por el fuego femenino lleva en ella la ley de la
verdadera subversión porque la paz hacia la que hace avanzar, sobresalto tras
sobresalto, no tiene nada que ver con la tregua.
La fuerza femenina es la que
rompe la cadena de todas las rutinas, es la capacidad de terremoto que osa dar
vueltas a las páginas de la vida”. Es también la que sabe reconocer la belleza
y la grandeza de una debilidad y puede concebir la potencia redentora de una
lágrima.
Lo femenino es la apertura a lo que viene del exterior, es la
parte de nuestra psique que acoge el misterio, lo desconocido, es la que busca
respuestas en el interior. Si carece de esta apertura, al ser humano no le ha
de ser nada fácil hacerse adulto y saber gobernar su vida. En todos los relatos
mitológicos, la mujer es la imagen de la tierra que gesta y da forma a todo
cuanto existe.
La mujer es, según el traductor de la Biblia Fabre D´Olivet,
el espejo en el que la voluntad masculina se refleja. Es un sostén, una guía
auxiliar, es facultad plasmadora, sustancia reflejante, y reveladora, es
sinónimo de cristalización, de cambio, de movimiento, de anécdota,
circunstancia, de creación de formas físicas, es tierra de acogida para la
simiente masculina, es lluvia, es agua. La mujer es también la facultad de
comprender ya que al cristalizar la voluntad, le permite a esta comprobar el
resultado de lo que ha ideado.
Si en el inicio de la evolución, en la época primitiva, el
hombre es Fuego y la mujer lluvia que intenta apagarlo, a lo largo del
desarrollo los papeles se van modificando.
La lluvia se convierte en humedad fecundadora y el Fuego en calor
fecundante, lo cual significa que la mujer y el hombre se entienden mejor y
juntos consiguen esparcir la vida a su alrededor, crean abundancia, es cuando
se celebran las nupcias, su tierra mental, emotiva y física se convierten en
ubérrimas.
Y entonces el espejo se parece tanto a la figura que debe reflejar
que forma con ella una única realidad, por lo tanto el espejo desaparece, nos
transformamos en naranjas enteras, en seres hermafroditas.
A partir de este
momento, si elegimos estar con otra persona es porque nos apetece y porque
acordamos recorrer con ella un trecho del camino, ya no es porque necesitamos
que tape nuestros agujeros, que rellene nuestras carencias y nos ayude a ver lo
que no vemos de nosotros mismos.
El fuego acuariano
El fuego de Acuario es femenino. Quienes aceptan zarandear el
árbol de sus costumbres son los herederos espirituales de Myriam de Magdala,
que ahora mismo está recobrando un especial protagonismo a través de la novela
“El Código Da Vinci”, su misión es reunificadora pero a través de la
desestabilización.
El fuego femenino de Acuario sugiere una nueva definición de
la espiritualidad, una espiritualidad de ruptura y comunión. Ruptura con las
convenciones, los dogmas y sus petrificaciones; la comunión con el
redescubrimiento de un amor sin artificios, siendo uno mismo sin represiones.
El verdadero fuego femenino sabe que no hay que obrar en contra de algo sino
para construir algo. De esa forma, el engranaje de las relaciones de fuerzas se
diluye y se acaba el combate.
La meta del fuego femenino no es la suplantación del fuego
varonil, es la de ayudar a la transformación de la forma varonil que regenta el
universo en una forma masculina de obrar, que es con voluntad y desde la
conciencia. Nuestra evolución, nuestra emancipación y nuestra felicidad son
asuntos de imaginación y de voluntad.
El fuego femenino es desprogramación, es
salir de los reflejos dualistas. En el momento en que nos digan que algo es
imposible, esforcémonos en pensar que es realizable, así es como empezaremos a
disparar en nosotros el principio de la Magdalena, liberándonos de la programación
de generaciones pasadas.
El fuego femenino no es algo a lo que uno se adhiera como uno
adopta un credo o una filosofía sino que se siente, uno se deja invadir por él.
María de Magdala
Según numerosos autores que han investigado en la memoria de
la naturaleza, la Magdalena nunca fue una libertina sino una mujer libre, es
decir, capaz de insumisión con relación a las normas de su tiempo y por ello
merecedora de ser señalada con el dedo. Su inconformismo y su audacia son, al
parecer, los únicos causantes del aspecto escandaloso que se le atribuye.
Después de la partida del Maestro, la Magdalena recorrió
multitud de territorios para dar testimonio de lo que había vivido junto a él.
En un pueblo, se encontró con cuatro jóvenes que esperaban con ansia que ella
les dedicara un discurso académico sobre la doctrina crística.
Sin embargo,
ella se dedicaba a repartir queso, frutas, agua y dulces, a observar en
silencio, a compartir un retazo de la vida de aquellas gentes.
Constatando la
decepción de los cuatro jóvenes ávidos de conocimiento, María de Magdala les
dijo: “Si os imaginabais que iba a arengar a la gente diciendo “el Maestro me
dijo...” es que aún no habéis comprendido la naturaleza del tesoro que he
recibido, no tengo que convencer a nadie, las gentes de este pueblo no vienen a
mí para oírme predicar o describir los esplendores del espíritu, vienen a verme
para recibir amor.
Porque he aprendido a escuchar, a recoger el sufrimiento,
porque me he mostrado en esa apertura y porque esta brecha abierta de mi alma basta siempre para dejar que Él se
exprese como crea conveniente, Él, el Maestro. Con mi presencia, no alcanza ni
al hombre ni a la mujer sino a la joya que, dentro de ellos, es a la vez el Sol
y la Luna, el ser masculino y el femenino.
La Magdalena, en calidad de presencia iniciadora, está dotada
de un estatus espiritual indiscutible, superior al de los demás apóstoles. Es
la única mujer que se menciona en un contexto exclusivamente masculino.
Podríamos interpretarlo en el sentido que la sensibilidad femenina puede actuar
como un fermento en un mundo que se estanca debido a un exceso de masculinidad.
Catarismo
Parece que la activación del fuego femenino está corriendo
paralela al resurgir del catarismo, cuyo emblema es precisamente la aceptación
de la dualidad. Para los cátaros, la auténtica sacerdotisa es la que levanta al
hombre, la que eleva su vibración y despierta a su diosa, su divinidad
interior, es la que le hace sentir, pero de forma consciente y sin manipularlo.
Cuando los catáros se enteraban de que había una mujer sabia en algún lugar,
organizaban peregrinaciones para encontrarla. La mujer cátara es la que percibe
la pequeñez del hombre ante ella pero sabe darle su libertad, sin esclavizarlo
ni dominarlo. El término “noia” que significa chica en catalán viene de “nous”
(griego) = sabiduría, es la sabiduría que sólo sabe transmitir la mujer.
Como conclusión, podríamos decir que si es fundamental que la
mujer tome desde ya mismo posesión de su papel reformador, también urge que el
hombre acepte despertar a la mujer que dormita en él.
Bibliografía :
Curso de Interpretación del Apocalipsis, Kabaleb
Visiones Esenias, Daniel Meurois Givaudan
El Evangelio de María Magdalena, Daniel Meurois Givaudan
Cercamon, Luis Racionero
Fuente:
Por Soleika Llop http://abriendoconciencia.blogspot.cl/2007/07/el-papel-de-la-mujer-en-la-era-de.html
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