Imagen: "Plegarias de luna". Ana Luisa Muñoz Flores
La
conectividad mística
Este tipo de conectividad es el más antiguamente expresado, pues aparece explicitado
tanto en los mensajes milenarios de las tradiciones místicas
espirituales
(hinduismo, budismo, taoísmo, sufismo, cábala judía, gnosticismo, cristiano,
chamanismo), como en la llamada “filosofía perenne” a ellas ligada, llamada así
por Aldous Huxley (1992) para definir el pensamiento sapiencial derivado de la
experiencia mística del ser como camino de liberación interior (visible en gran medida desde las obras de Heráclito a las de
Fromm).
Tanto la mística como la filosofía perenne
subrayan un fenómeno: la trama unificada de la vida se constituye en la red
subyacente que define la Unidad de la Realidad última, que la cultura sólo
puede captar mediante su propia transcendencia crítica reflexiva.
Estas tradiciones místicas, estas filosofías
no especulativas de la vida son, del mismo modo que ocurre con las corrientes científicas
discrepantes en relación a la ciencia dominante, minoritarias e incómodas
dentro de sus respectivas tradiciones religiosas, formalizadas en instituciones,
dogmas y jerarquías confesionales, si bien ahora pueden confluir debido a la
intensificación de los procesos globalizadores.
Efectivamente,
muchos siglos antes de que se impusieran la división cartesiana y el concepto
mecanicista del mundo, las tradiciones místicas subrayaron la idea de unidad
que implica conectividad e interdependencia, una idea a la que la nueva ciencia
parece estar volviendo. De hecho, como ha enfatizado Capra (2007), los
elementos básicos de la concepción oriental del mundo son los mismos que se
desprenden de la física moderna.
Los
dos temas básicos de esta concepción son la unidad e interrelación de todos los
fenómenos y la naturaleza intrínsecamente dinámica del universo.
Por
ello no debe extrañar que los criterios enunciados para la nueva ciencia tengan
su correlato previo en las enseñanzas de las tradiciones místicas,
especialmente las orientales.
Así
sucede en la consciencia de la unidad e interrelación mutua de todas las cosas
y acontecimientos, pues la experiencia de todos los fenómenos como
manifestaciones de una unidad básica es también la característica más común de
la mística.
Todas las cosas
se ven como interdependientes, inseparables, y como modelos transitorios de la misma
realidad última.
En
segundo lugar la centralidad del proceso también está presente en lo místico, y
lo mismo sucede con la idea de que el conocimiento místico nunca puede lograrse
mediante una observación desapegada y objetiva, pues siempre exige una
participación con todo el ser, de manera que se llega a un punto donde
desaparece la distinción entre lo observado y el observador.
En
cuarto lugar, tampoco se acepta en el pensamiento oriental la existencia de
entidades fundamentales (mientras el pensamiento griego, origen del occidental,
postula la reducción de la naturaleza a sus fundamentos básicos y propugna el
dualismo entre materia y espíritu).
Bien al contrario, en el pensamiento místico
oriental domina
la visión del universo como un entramado de relaciones sin entidades fundamentales.
Por
último, mientras la nueva ciencia admite que no se puede tratar con la verdad,
el misticismo persigue el conocimiento absoluto mediante la experiencia mística
de la unidad del todo.
La
física cuántica se ocupa de la materia para llegar a ponerla en cuestión,
mientras la mística se ocupa de lamente y el espíritu para contemplar la
materia desde otra óptica, si bien ambas “formas de conocimiento”, por utilizar
la terminología de Feyerabend (2009),
insisten en la interrelación e interdependencia como esencias de la realidad
última.
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