LO
MASCULINO Y LO FEMENINO EN EL MATRIMONIO Y LA SOCIEDAD.
El
análisis del proceso de transformación psíquica dentro del individuo condujo a
Jung a plantear algunas hipótesis sobre la relación matrimonial. Propuso que
para el hombre común, el amor en su verdadero sentido coincide con la
institución del matrimonio, mientras que para la mujer el matrimonio no es una
institución sino una relación humana de amor.
En tanto
la mujer es mucho más “psicológica” y en esa medida más abierta al
inconsciente, en el hombre predomina la lógica que, más que un apoyo,
constituye un obstáculo para la integración de los contenidos del inconsciente.
Esto, en
el campo de las relaciones de género, implica que el hombre para encontrarse
con la mujer a mitad de camino, debe entrar en el territorio del inconsciente.
Jung
consideraba que en este proceso de encontrarse a mitad de camino la mujer había
recorrido un mayor trecho en tanto había logrado una mayor integración de los
aspectos masculinos que el hombre en los elementos femeninos de la psique.
Esta
ventaja de la mujer moderna sobre el hombre en el proceso de individuación
ayuda a explicar la crisis moderna del matrimonio. La integración por parte de
la mujer de elementos considerados culturalmente como masculinos, tales como la
autonomía y el juicio crítico, problematizan el matrimonio tradicional para la
mujer, mientras que “para aquellos enamorados con la masculinidad y la
feminidad per se, el matrimonio tradicional es suficiente” (Jung, 1927:67-68).
Para la
psicología junguiana es claro entonces que el matrimonio, como relación
psicológica creativa y no solamente como relación sexual, contractual y de
dominación y subordinación, implica la integración en el hombre de la dimensión
femenina inconsciente y en la mujer de lo masculino en su psique.
En esta
medida quedaría posibilitado el sujeto:
“(...)
para entablar unas relaciones con el otro, a nivel personal profundo, es decir,
de un yo-tú, sin quedarse enredado en un enamoramiento superficial de carácter
narcisista – el hombre y la mujer comienzan enamorándose de su anima o animus
proyectados en el compañero erótico – ni en los prejuicios del sexo, por los
que se exalta o rebaja exageradamente al sexo opuesto, sin lograr verlo con
ojos de realidad, en su status de persona humana. (Con la integración del
anima-animus) el hombre y la mujer saben, por experiencia vivencial, que el
misterioso atractivo (...) procedía en su dimensión de fascinante numinosidad
perturbadora, del aspecto no reconocido y no aceptado de la propia personalidad
arquetípica; su deseo del otro pierde la urgencia de buscar en él o ella algo
inefable que venga a llenar el hueco carencial de su ser.
Con esto
el sujeto se prepara, por una parte, a la verdadera paternidad o maternidad
psicológica, es decir, a la creatividad cultural en sentido profundo, y no
meramente a la productividad y rendimiento sociales, y, por otra parte, a
soportar la soledad” (Vásquez, 1981:298),
La visión
de Jung en 1929, sobre el papel de la mujer en la sociedad europea de
postguerra, de su movimiento psíquico y social contra la historia y la cultura
prevalente, puede encontrar un paralelo con la crisis del matrimonio
convencional, así como el significado de algunos movimientos femeninos de la
Colombia actual.
“La
psique europea ha sido desgarrada por la barbarie de la guerra. Mientras el
hombre repara los destrozos externos, la mujer cura las heridas internas, y
para esto requiere su instrumento más importante: una relación psíquica.
Pero nada
obstaculiza esto más que la exclusividad del matrimonio medieval, ya que hace
que la relación sea totalmente superflua.
Las
relaciones – psicológicas- sólo son posibles si existe una distancia psíquica
entre la gente, en la misma forma que la moralidad presupone libertad.
Por esta
razón la tendencia inconsciente de la mujer apunta a desatar la estructura
matrimonial (tradicional), lo cual no significa la destrucción del matrimonio y
la familia” (Jung, 1927: 74).
EPÍLOGO.
Como
anotábamos al comienzo de este escrito, en Jung las identidades psicológicas
“heredadas”, sean éstas familiares, culturales, o biológicas, son el principal
problema para la realización de una humanidad plena. Como hemos visto, de estas
identidades la última, la más arraigada y la más difícil de trascender es la de
género.
Jung fue
un personaje obsesionado por los problemas intrapsíquicos y no profundizó sobre
las implicaciones sociales de los procesos de individuación. Aunque de forma
todavía incipiente, con algunos colegas del área de género y democracia de la
Asociación de Trabajo Interdisciplinario (5) hemos comenzado a mirar algunas
implicaciones de la teoría junguiana en los procesos de democratización de las
relaciones de género y de la sociedad.
• La
importancia de articular los análisis sociales y culturales a la dimensión
inconsciente de la vida femenina y masculina, de tratar de develar esas
imágenes profundamente arraigadas y ocultas del otro, imágenes estereotipadas,
degradadas o por el contrario idealizadas, que encuentran sustento no sólo en
la cultural nacional, sino en los más profundos temores y resistencias frente a
los contenidos inconscientes tanto individuales como colectivos.
• La
necesidad de diferenciar la dimensión erótico-sexual y sociocultural, de los
procesos eminentemente psicológicos (intrapsíquicos). Se trataría de reconocer
la autonomía de lo psicológico en contravía de muchas conceptualizaciones
contemporáneas de la problemática de género, para las que lo psicológico sería
una variable dependiente de factores erótico-sexuales o socioculturales.
• La
posibilidad de “de-sexualizar” las concepciones sobre la identidad de género,
señalando que la batalla entre los sexos no sólo se libra en el terreno de la
sociedad y la familia, sino que lo femenino y lo masculino, en cuanto
representaciones simbólicas, libran una guerra dentro de la psique de cada
hombre y de cada mujer.
• La
crítica de la noción de “complementariedad” –utilizada para explicar y
justificar las diversas especializaciones de la mujer y el hombre en la
familia, en el trabajo, en la sociedad en su conjunto -, ya no sólo en función
de equidad o justicia social, económica y política, sino en cuanto imagen
degradada de la complementariedad de los elementos masculinos y femeninos
dentro de la psique.
• Los
peligros psíquicos para la mujer moderna de adquirir protagonismo social y
cultural al precio de una “masculinización” unilateral de su conciencia. Esta
aceptación consciente de los valores y actitudes legitimados en la esfera de lo
público, no sólo entraña el riesgo de la supresión de los elementos femeninos
en la conciencia de la mujer moderna, sino que obstaculizaría a largo plazo el
necesario movimiento compensatorio de “feminización” de la cultura occidental
contemporánea, en especial en la esfera de lo público.
• La
importancia de “humanizar” las representaciones y las relaciones entre los
géneros por medio del descubrimiento, aceptación e integración psíquica de los
símbolos femeninos y masculinos, proceso necesario para construir verdaderas
relaciones psicológicas en las cuales entren en juego la totalidad de las
funciones psíquicas: las consideradas “masculinas” –razón, sensación- y a las
que se les atribuye un carácter “femenino”: la intuición y el sentimiento.
(5) La Asociación de Trabajo Interdisciplinario, ATI, es un organismo no gubernamental dedicado fundamentalmente a la educación para la democracia. A partir del área de género y democracia desarrolla una labor de educación, investigación y asesoría con organizaciones populares femeninas y mixtas. En su quehacer institucional concibe la democratización de la sociedad como una tarea que no puede restringirse a la esfera de lo público, sino que debe influenciar los espacios privados y de la vida cotidiana, con miras a lograr una mayor equidad entre los géneros. En este sentido dirige su accionar no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, con el objetivo de “desfeminizar” las estrategias de democratización de las relaciones de género, buscando transformaciones en la identidad y en los papeles sociales tanto de las mujeres como de los hombres.
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