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18 de marzo de 2017

LA ERA DEL HÉROE




    Imagen: Isthar. Ana Luisa Muñoz Flores


   De forma general, en las mitologías matriarcales, la Diosa Madre estaba siempre acompañada de una figura menor, divinidad de la fertilidad, que parece haber sido a la vez tanto la manifestación de su poder como de su bondadosa superabundancia creativa: 
esta figura era su hijo-amante, representado en muchas culturas por el toro o el león y, más tarde, como un joven dios masculino. 


El destino ineludible de esta edípica divinidad, simbolizado en el mito y el rito, era nacer como hijo cada verano para unirse como amante a su madre durante cada primavera en el hierosgamos ("matrimonio sagrado"era que fecundaba y revitalizaba la tierra, y morir cada invierno, para ser resucitado nuevamente por el poder divino de su madre con el comienzo de un nuevo verano. 

"En el mismo sacrificio, el dios-consorte se une a la Gran Madre y luego renace o resucita (transformándose, a lo largo de este proceso, en su propio padre)… 

Adviértase que ésta es precisamente la fórmula de María y Jesús, en la que ella es, al mismo tiempo, la madre del dios muerto y resucitado (Jesús) y la esposa virgen del dios (el Padre). 

Pero, antes de María y Jesús, fueron Damuzi e Inanna, Tamuz e Isthar, Osiris e Isis… una historia muy, muy antigua." 
(Ken Wilber, Ibid) 
El psicólogo analítico Eric Neumann dirá que esta divinidad vinculada inexorablemente a la Gran Madre constituye las primeras e incipientes representaciones del yo (ego) humano en y frente al mundo que lo rodeaba. 

En uno de los clásicos más perdurables e influyentes del pensamiento junguiano, 

Los orígenes e historia de la conciencia, Neumann rastrea la progresiva transformación de este hijo subordinado o dependiente en el arquetipo del Héroe, que impregnará los mitos de todas las culturas humanas, hasta nuestros días. 

Para Neumann, el arquetipo del héroe no es sino el arquetipo de la propia conciencia humana en su lucha por la emancipación simbólica de las condiciones inconscientes que constituyen su seno materno. 


En su lucha y conquista de la individualidad y la autoconciencia frente a su condición tribal inconsciente y su inmersión en el grupo colectivo, el joven dios, subordinado de la fertilidad, deberá cortar el vínculo que lo unía a su madre, emancipándose a sí mismo, y convirtiéndose al mismo tiempo en un líder revolucionario, un auténtico faro de renovación colectiva. 

Como ejemplifica el mitólogo Joseph Campbell, 
"una multitud de hombres y mujeres escoge el camino menos aventurado de las rutinas cívicas y tribales relativamente inconscientes. Pero estos viajeros también se salvan en virtud de las ayudas heredadas y simbólicas de la sociedad, los ritos de iniciación… que han funcionado por milenios." 
Pero, 
"sólo el nacimiento puede conquistar la muerte, el nacimiento no de algo viejo, sino de algo nuevo [...]. 

El héroe, por lo tanto, es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales […]. 

Su segunda tarea y hazaña formal ha de ser (como todas las mitologías de la humanidad indican) volver a nosotros, transfigurado y enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida." 
(Joseph Campbell, El Héroe de las Mil Caras, 1959) 
A finales de la Edad de bronce y principios de la Edad de hierro, tanto en el sur de Oriente como en Occidente, una nueva mitología se estaba imponiendo. 

Es la Era de los héroes solares. El amanecer de esta nueva conciencia heroica generaría la inversión total del sistema valores y símbolos de los antiguos matriarcados. 

La serpiente, representación ancestral de la Diosa, asumiría la forma del monstruo-dragón de los poderes telúricos, instintivos e inconscientes, que todo héroe divino debía derrotar para abrirse camino hacia la constitución de su propia libertad y poder, mostrándole el camino a los hombres. 
"Sea de aire, tierra o agua, la Gran Serpiente - como la Diosa - poco a poco va siendo acorralada, sujeta, vencida. 

Set mata a Apofis. Apolo da muerte a Pitón mediante un flechazo. El rey dragón avéstico Azhdanak es derrotado por Vahagun. Atar vence a Aji Dahara… Zeus derrota a Tifón. Belerofonte, montado a lomos de Pegaso, mata a la Quimera, hija de Tifón y Equidna, la Víbora. Perseo decapita a la Medusa, que se muestra con cabellos de sierpes sibilantes y mirada capaz de convertir en piedra a los hombres. 

La maldición cae sobre la serpiente… Estruendos y furias acompañan el nacimiento del nuevo orden social." 
(Leonor Calvera, Historia de la Gran Serpiente, 2000) 
El triunfo del héroe divino, dirá Neumann, representa el triunfo de la capacidad diferenciadora de la conciencia humana frente a la naturaleza. 

La Diosa panteísta de los cielos, la tierra y el inframundo, es reemplazada por un Dios celestial que al separar con su voluntad los cielos de la tierra, ordena el mundo (trae "Cosmos" al "Caos"madre
"La separación del cielo y la tierra es una imagen del nacimiento de la conciencia, en la que la humanidad es apartada de la naturaleza. Uno mismo que percibe y valora se separa de lo que es percibido y evaluado. 

[…Estos mitos] plasman la capacidad humana para actuar de manera reflexiva antes que instintivamente […] se es cada vez más consciente del poder del individuo para conformar los acontecimientos". 
(Erich Neumann, Los orígenes e historia de la consciencia, 1955) 
Y de la misma forma que las nuevas divinidades masculinas y celestiales han separado los cielos de la tierra, lo divino y lo humano se han desvinculado. 

El mundo de los hombres y las bestias ya no es sagrado, en tanto ha dejado de ser un aspecto o manifestación de la propia Diosa: es una creación del Dios, por fuera de Él mismo. La concepción monoteísta de un Dios trascendente que crea y ordena el mundo desde el "más allá" reemplaza al mundo viviente de la Diosa, que actúa desde el interior siguiendo su propia naturaleza. 


Es aquí en donde podemos comprender también el establecimiento de todos los maniqueísmos y dualismos filosóficos centrales de Oriente y Occidente: 
bien/mal, luz/oscuridad, trascendente/inmanente, cielo/tierra, etc. 
En estas nuevas mitologías, los opuestos son irreconciliables, ya que es de su propia oposición que la nueva conciencia emerge. 
"El héroe es asimilado al sol; como el sol, lucha contra la oscuridad, desciende al reino de la muerte y emerge victorioso. 

Aquí la oscuridad ya no es uno de los modos de existencia de la divinidad, como sucedía en las mitologías lunares; por el contrario, simboliza todo lo que el dios no es, y por lo tanto, el adversario par encéllense. 

La oscuridad ya no se valora como una fase necesaria en la vida cósmica; desde la perspectiva de la religión solar, se opone a la vida, a las formas y a la inteligencia […] 

Al final, el sol y la inteligencia se asociarían hasta tal punto que las teologías solares y sincréticas de finales de la antigüedad se convirtieron en filosofías racionalistas; el sol es proclamado como inteligencia del mundo." 
(Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, 1959) 

Pero la gesta heroica exige una revolución permanente, o la energía renovadora del héroe cristaliza en la configuración de nuevas y rígidas (e inconscientes) estructuras sociales. 

Así, en el mismo acto heroico, el héroe masculino, devenido en soberano y patriarca conquistador, se convertirá, dentro de cada cultura, en el Dios supremo de un nuevo orden social. Y de esta manera, la Era del Héroe da paso a la Era del Padre, cuyo aspecto benigno es el del sustentador, ordenador y protector, y cuyo aspecto negativo es el del tirano. 

Y será éste, finalmente, el arquetipo del Padre (portador del orden, señor de la autoridad, la tradición y la ley, y soberano divino sobre todas las cosas) el que prevalecerá y se impondrá como estructura simbólica central en las culturas históricas, durante los próximos tres milenios. 

El alzamiento de reinos guerreros estructurados en jerarquías de dominación y esclavitud, así como el sometimiento sistemático de las mujeres en todas las esferas de la cultura, sería el aspecto social de esta transformación. 
"Esta forma de gobierno y de valores implícitos son patriarcales; es una jerarquía de hombres, de los cuales cada uno existe en un orden establecido, con Zeus o Dios en la cima, deidades inferiores debajo, luego los reyes mortales, que remontan sus orígenes a algún dios, y después los leales vasallos y súbditos. 

Las grandes corporaciones, con el presidente de la compañía y la junta directiva en la cima, son los equivalentes contemporáneos de Zeus y los dioses del Olimpo." 
(Jean Shinoda Bolen, Los Dioses de Cada Hombre, 1989) 
¿Pero qué razones históricas, y que consecuencias psicológicas y sociales se encuentran detrás de la extraordinaria transformación cultural que daría lugar, tanto en Oriente como en Occidente, a este pasaje del mundo matriarcal al de los incipientes patriarcados originarios? 

¿Y qué podrán decirnos éstas de nuestro presente y de la decadencia de nuestra propia cultura? 


Como sugiere el gran historiador de la cultura Richard Tarnas, parafraseando a Hegel, 
"una civilización no puede tomar conciencia de sí, no puede reconocer su propio significado, hasta que no ha madurado lo suficiente como aproximarse a su muerte." 
(Richard Tarnas, La pasión de la mente occidental, 1991) 

¿Será posible que la filogenética travesía histórica de nuestra infancia numinosa en la Madre, de nuestra heroica pero trágica emancipación de su seno inconmensurable y de nuestra caída eventual bajo la tiranía del Padre, cuenten una sola y gran historia, la historia del desarrollo de nuestra conciencia, cuyo devenir se aproxima inexorablemente a un nuevo clímax? 

En la segunda parte rastrearemos las causas históricas y las consecuencias sociales de esta dramática transformación, en busca de la clave cultural que nos permita ver a través de nuestra propia perspectiva histórica, de ésa que nos hizo, nos hace, y que avanza acaso hacia su propia muerte.

http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/historia_humanidad31.htm 

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