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14 de marzo de 2017

INDIVIDUALIDAD Y COMUNIÓN





Imagen: "La pequeña ondina". Ana Luisa Muñoz Flores


Individualidad y Comunión

En sus investigaciones experimentales sobre el desarrollo temprano de la personalidad en niños y niñas en los años ochenta, la psicóloga y filósofa Carol Gilligan descubrió que existen ciertas tendencias innatas de carácter entre uno y otro sexo.

Gilligan, que se convertiría en la primera profesora de estudios de género en la Universidad de Harvard, concluyó que existe una tendencia natural en los hombres hacia el individualismo, mientras que en las mujeres hay una tendencia a poner el acento en las relaciones entre las personas.

En el ámbito ético, los hombres tienden a pensar en reglas formales y abstractas, insistiendo en la importancia de la autonomía del individuo y de la adecuación al derecho, mientras que las mujeres tienden a considerar las cosas en términos contextuales, relacionales, a pensar en términos de comunidad y a otorgar más importancia al respeto y las responsabilidad con los otros.

Siguiendo las investigaciones de Gilligan, podríamos decir que el sexo masculino tiene una tendencia innata al desarrollo de la autonomía, pero teme en cierto modo las relaciones, mientras que el sexo femenino tiende a valorar más profundamente las relaciones, pero tiene dificultades con la autonomía.
"Hoy en día hemos llegado a un punto crítico de la evolución, un punto en el que los roles sexuales primarios - hiper-autonomía para los hombres e hiper-relación para las mujeres - están siendo, en cierto modo, trascendidos; un punto en el que los hombres deben aprender a aceptar su ser relacional y las mujeres deben aprender a aceptar su autonomía."
(Ken Wilber, Breve historia de todas las cosas, 1997)
No es difícil percibir, entonces, cómo nuestra actual cultura se ha erigido sobre un desequilibrio básico de prioridades, en el cual,
  • los valores considerados "femeninos" (la cooperación, la empatía, la solidaridad y la preocupación por el bien común) se han infravalorado o relegado a la esfera de los ideales utópicos y humanitarios,
  • mientras que los valores "masculinos" (el individualismo, la competencia y el self-made man americano) han determinado la lógica de las relaciones sociales a través de la cuales nuestra sociedad funciona, una lógica cuyo principal objetivo es privilegiar a los nuevos conquistadores y reyes del mundo, aquellos que alcanzan la cima de la pirámide del mercado (o que ya se encuentran en ella).

"Los problemas a los que nos enfrentamos hoy aumentan por la definición de una individualidad que ha llegado a significar una simple búsqueda del yo, y una democracia que ha perdido también su significado […].

En nuestro sistema competitivo, parece que pensamos que uno debe arreglarse por sí mismo. Una vez más, las partes están funcionando sin consideración al interés del todo. Gran cantidad de personas crece sin ningún sentimiento de pertenencia a la comunidad y carecen de sentimientos de lealtad y ayuda a los demás […]

Una de las principales dificultades es que la mención del amor en cualquier marco que no sea fundamentalmente personal se ha convertido en algo sentimentalizado, emasculado, relegado a la imagen de la escuela dominical de una efímera idealización. Se escriben libros enteros de psicología en los que no se encuentra ninguna mención al amor.

Sin embargo, el amor sigue siendo la dinámica más esencial en el funcionamiento sano de la sociedad."
(John Weir Perry, La evolución de la conciencia, 1988)
Este desequilibrio ha dado lugar a una civilización que, a pesar de su desarrollo técnico e intelectual, sigue sosteniéndose, aún hoy, sobre una lógica despiadada, en la cual las relaciones de dominación, explotación (del hombre y del medio ambiente) y desigualdad extremas se han naturalizado al punto de volverse imperceptibles para la mayoría de las personas.

Como reflejó la implacable pregunta del presidente uruguayo José Mujica en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable del año 2012:
"¿Es posible hablar de solidaridad y de que 'estamos todos juntos' en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?"
Individualidad y comunión, sin embargo, podrían ser valores fundamentales para construir una cultura equilibrada.

Mientras que los totalitarismos de Estado pueden ser contemplados como expresiones sociales desequilibradas (y, en última instancia, falsas) del principio de Comunión, en donde la individualidad queda subsumida y aplastada por su adecuación a una fuerza impuesta desde un poder estatal concentrado, autoritario y jerárquico.

El neoliberalismo capitalista, por su parte, puede ser visto como una expresión desequilibrada del principio de Individualidad, en donde la libertad colectiva se ha identificado con la libertad de los mercados (desregulación económica) y la libertad y el desarrollo personal se han identificado con la noción de una ilusoria libertad de consumo o, en su defecto, una promesa de libertad individual ganada "con el sudor de la frente" a través de una justificada y glorificada competencia social:
"En el capitalismo mágico, somos todo lo libres que nuestro dinero puede pagar, dado que tal y como reza su primera ley: "la libertad de las personas es inversamente proporcional a la libertad de los capitales"".
(Rafa Cuadrado, La necedad de vivir sin tener precio, 2012)
La imagen del desarrollo individual dentro del capitalismo depende entonces exclusivamente de una ilusoria meritocracia mercantilista que, aunque fuera real, representaría la antítesis de una verdadera cooperación colectiva, no resumiéndose en otra cosa que una lucha egocéntrica por el poder.

En este sentido, el desarrollo del capitalismo neoliberal posmoderno puede ser contemplado como la expresión socioeconómica de la estructura egocéntrica de conciencia que predomina actualmente en nuestra cultura, de una individualidad que ha devenido en individualismo narcisista y alienante y que necesita desesperadamente reconocer su lugar en la unidad mayor en la que existe.
"Es verdad que [en el capitalismo] no existe nada ni remotamente parecido a la igualdad de oportunidades, pero incluso si existiera, el sistema de todos modos sería inaceptable.

Supongamos que los dos corredores largan exactamente del mismo punto, usan el mismo calzado y todo lo demás. Mientras que uno llega primero y se lleva todo lo que quiere, el otro llega segundo y se muere de hambre."
(Noam Chomsky, El bien común, 1998)

Fuente: http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/historia_humanidad31.htm

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