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16 de diciembre de 2016

CREACIÓN DEL HOMBRE Y LA MUJER, IGUALDAD CREACIONAL, RECIPROCIDAD VARÓN-MUJER





Imagen: "Pareja"- Ana Luisa Muñoz Flores




CREACIÓN DEL HOMBRE Y LA MUJER, IGUALDAD CREACIONAL, RECIPROCIDAD VARÓN-MUJER 


…”Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Gen: 26-28). 

Aquí se indica la igualdad fundamental entre ambos, hombre-mujer. Tanto el uno como el otro son igualmente imagen de Dios. 


En estos versículos se puede deducir que Dios no es un Ser solitario. Al decir “hagamos” está(n) hablando en plural. Aquí se deduce que la mujer y el hombre forman un Ser semejante a Dios: una unidad.

El mundo judío no tuvo excesivos problemas para aceptar el texto, pues desde el principio consideraron los rabinos que la semejanza se realizaba en la pareja; en el varón y la mujer unidos y no en cada uno de los sexos por separado. Eso es lo que debe reflejar la imagen de Dios, un ser en el que participan por igual los dos sexos que componen el género humano. 


Este aspecto se vuelve a afirmar vigorosamente en Gén 5: 1-2: “Cuando el Señor creó al hombre (a la humanidad, Adán), lo hizo a su propia imagen, varón y hembra los creó, los bendijo y los llamó Hombre (Adán) al crearlos.” No hay ni la más mínima inferioridad de la mujer; es igual al varón en dignidad y en derechos delante de Dios y de los hombres. 


Jesús nunca tomó un relato de la costilla de Adán. Su intervención a favor de la mujer adúltera (Jn 8: 1-11, Lc 7: 36-50) pretende establecer la igualdad del varón y de la mujer ante el pecado y la sanción. 

Pablo encontró la formulación clásica de la igual dignidad de todos: “Ya no hay varón y hembra, pues vosotros hacéis todos uno mediante el Mesías Jesús” (Gál 3: 28). Pedro insiste en la veneración que el varón tiene que mostrar a su mujer, “por ser heredera como vosotros del don de la vida” (1 Pe 3:7); se trata de una expresión jurídica para manifestar la igualdad respecto a la misma herencia. 


La reciprocidad entre hombre-mujer queda en evidencia cuando la mujer que ha sido creada es presentada por Dios al varón, éste exclama: “¡Esta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne(…) Por eso un hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne”(Gén 2:24). 


Las expresiones son diáfanas: uno existe para el otro, formando una unidad. Cuando Dios-Diosa decide crear a la mujer, dice: “voy a darle al varón alguien que sea compañía y semejante a él (Gén 2:18). 

Originalmente la mujer no fue creada para ser esclava ni señora del varón, sino compañera, con la misma naturaleza y dignidad. Esta reciprocidad se evidencia en el Cantar de los Cantares con una formulación clásica: “Mi amado es mío y yo soy suya” (2:16; 6:3).Pablo dice: “Ni hay mujer sin el hombre, ni hombre sin mujer” (1 Cor 11:11). 


Por otra parte, Dios-Diosa creó Dioses, como veremos: “Jesús les respondió: ¿no está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?”(Juan 10:34). Jesús vivió en una época histórica absolutamente patriarcal. Lo más importante era el padre. Razón por la cual, se nos presentó a Dios como Padre. Para poder explicar las cosas espirituales en el campo terrenal es más fácil, con representaciones terrenales. 


Si Jesús hubiese presentado a Dios como Diosa habría sido motivo de más escándalo aún, la humanidad no habría permitido su actuación. 


Hay un ágrafo sacado del evangelio apócrifo de los egipcios y citado en las Pseudo-Clementinas, que según los especialistas se remonta al propio Jesús (Leonardo Boff (1)); a la pregunta de Salomé sobre cuando vendría el reino de Dios, responde Jesús: “Cuando hayáis destruido el vestido de la vergüenza y cuando los dos sexos sean uno solo, y lo masculino y lo femenino no sean ya como lo masculino y lo femenino: entonces vendrá el reino de Dios”. 


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(1) Boff, Leonardo (1979) .El rostro materno de Dios, Ediciones Paulinas. España 


Ana Luisa Muñoz Flores-Chile-Diciembre 16 de 2016

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