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11 de diciembre de 2016

EL ROSTRO FEMENINO DE DIOS (parte 1)


Imagen: "Hortensias de mi jardín"- Ana Luisa Muñoz Flores


La sabiduría 


Este artículo trata del rostro femenino de Dios-Diosa. De YHVH. Lo femenino es el vehículo de la revelación de Dios. Dios y Cristo están personificados en la temática de la Sabiduría, como veremos más adelante. (Prov 8:22-26) 

“22 YHVH me poseía en el principio, 
Ya de antiguo, antes de sus obras. 
23 Eternamente tuve el principado, desde el principio, 
Antes de la tierra. 
24 Antes de los abismos fui engendrada; 
Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. 
25 Antes que los montes fuesen formados, 
Antes de los collados, ya había sido yo engendrada; 
26 No había aún hecho la tierra, ni los campos, 
Ni el principio del polvo del mundo”. 

La Mujer y la sabiduría establecen entre sí una estrecha correlación (Prov 31: 10-26-30, dándose una transmutación simbólica entre la una y la otra (Prov 19:14; 40:12; Sab 3:12; 7:28) 

“10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? 
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.” (Prov 31: 10) 

A pesar del predominio uránico en las Escrituras aparecen también huellas de la religión materna o telúrica., como veremos a continuación al estudiar el espíritu santo en su imagen femenina y nos detendremos en la sabiduría y al Pueblo de Dios-Diosa como la novia de YHVH. 

Por otra parte, C. G. Jung, citado por Boff (1979) (1) en sus investigaciones y especulaciones sobre lo femenino, identifica la presencia del anima (principio femenino) en cada varón y del animus (principio masculino) en cada mujer, y llega, en un contexto psicoanalítico sobre los diversos dogmas marianos, a formular la hipótesis de la divinización de lo femenino en María. Dios es la Madre eterna y lo Femenino, historizado de forma plena en la vida de María. 

Jung considera a María bajo cuatro aspectos: el primero, como imagen del arquetipo anima; el segundo, como expresión del arquetipo madre; el tercero, en su relación con la trinidad y cuaternidad; y finalmente el cuarto, en la importancia del dogma de la asunción de María a los cielos en cuerpo y alma. 

La comprensión moderna de que cada uno de los seres humanos es animus y anima, simultáneamente pero en proporciones diferentes, masculinas y femeninas, nos ilumina este hecho. 

En Jesús encontramos el principio femenino y masculino: vivió plenamente lo masculino (ya que era varón), pero integrando perfectamente la dimensión femenina. Este femenino de Jesús es Diosa. Además, una correcta hermenéutica teológica tiene que despatriarcalizar necesariamente. 

En los últimos 30 años las teólogas han aportado al pensamiento teológico creando imágenes femeninas de Dios. Esto ha sido bueno, como un beso al corazón que necesita de las manos tiernas de un Dios-Diosa sensible y amoroso-sa. Ya es común dirigirse a Dios como Madre y Padre, tratando de quitar el tinte patriarcal de ver a Dios sólo como Padre. 

Sin embargo, por todo lo dicho anteriormente, esto no es suficiente. Frente a esta imagen se impone la pregunta sobre las relaciones de género entre estas dos imágenes: ¿esta imagen de Madre está en un plano de igualdad con el Dios como Padre? Porque, como dijimos al inicio, el problema fundamental que da vía libre al asesinato, al irrespeto de la alteridad, es el considerar a uno -el padre- como superior a la otra -la madre, la hija. 

Crear imágenes femeninas de Dios es un paso importante en el equilibrio de géneros, y tal vez ayude a disminuir la violencia contra las mujeres, a hacernos más humanos y sensibles, pero no es la garantía de una relación de géneros equitativa. Para ir poniendo freno a la violencia se necesitan por lo menos tres cosas: crear imágenes inclusivas, acabar con el paradigma superioridad-inferioridad y promover el respeto a la alteridad. 

Si el problema de fondo es la ideología patriarcal, hay que despatriarcalizar la sociedad. Esta despatriarcalización comienza cuando se logra destruir el paradigma inferioridad-superioridad y al mismo tiempo se asume de verdad, como algo natural, la afirmación de que las mujeres y los varones somos iguales, aunque diferentes. Iguales en cuanto seres humanos con los mismos derechos de cualquier ciudadano, pero diferentes en género y comportamiento. Ambas cosas son fundamentales; afirmar la igualdad no es suficiente, se necesita dejar que la mujer sea ella, sea otra. En otras palabras, se necesita el respeto a la alteridad interhumana. 




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(1) Boff, Leonardo (1979) .El rostro materno de Dios, Ediciones Paulinas. España. 


Ana Luisa Muñoz Flores- Chile-Diciembre 10 de 2016

1 comentario:

  1. Querida Ana Luisa
    Muy interesante tu pág. y cómo enfrentas el tema de Género y Humanidad. Felicitaciones también por tu nuevo libro. Fascina la posición filosófica que adquieres a través del género.

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