Obras de Arte

Descubre mi obra en http://www.artelista.com/

11 de diciembre de 2016

JESÚS Y SU PADRE: UN MODELO GILÁNICO DE SER HUMANO











Imágen: "Rosa de mi jardín" - Ana Luisa Muñoz Flores


JESÚS Y SU PADRE: UN MODELO GILÁNICO DE SER HUMANO.



En el Nuevo Testamento, “Dios” o el “Padre”, nos es presentado por Jesús como uno con Él. Jesús nos da a conocer el corazón de Dios, de YHVH, justo y misericordioso. 

Nos presenta una imagen de Dios mucho más cercano, es, sobre todo, Padre y así lo invoca. Lo invoca como Padre, ya que al hacerlo como Madre, probablemente, ni siquiera hubiese sido escuchado. 

Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 

Jesús es hijo de un tiempo y de un pueblo y así hereda toda la tradición de la fe de Israel quien considera a Dios, sobre todo, como el Señor, el Todopoderoso 
Dios, muestra Jesús como un Padre bueno y amoroso para con todos los seres humanos, los que cometen errores, los desorientados, los abatidos y deprimidos. Él hace salir el sol para todos (Mateo 5:45), el que sabe amar y perdonar (1 Juan 1:9), el que corre detrás de la oveja descarriada (Mt. 18.10-14), espera ansioso la vuelta del hijo que se fue de casa y encuentra gran alegría al encontrar lo que se había perdido (Lucas 15: 11-32). Dios se alegra más con la conversión de un pecador que con noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse (Lucas 15:7). 

El Dios de Jesús es el Dios que ama y perdona. Que es paciente y quiere la salvación de todos; es el que le interesa la vida de cada uno; el que no oprime, sino que libera; que no condena, sino que salva; que no castiga, sino que perdona; el que ama la vida. Es el Dios de vivos, de la esperanza y del futuro. 

¿Cómo es el corazón de YHVH? Jesús lo describe en la parábola del Hijo Pródigo. Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna… “porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron la fiesta… (Lucas15:11-32). 

El protagonista de esta parábola no es el hijo, es el corazón del Padre, con un amor incondicional, incluso, parece demasiado bueno, que respeta la decisión alocada del hijo, que huye en busca de placeres sin saber qué rumbo tomar. Calla y les deja hacer. 

“Y el Padre les repartió la hacienda” (Lucas 15:12). Podemos olvidarnos de Dios, pero él jamás se olvida de nosotros. Dios nunca nos abandona, por mucho que corramos. Él va siguiendo nuestros pasos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero la madre no se olvidará nunca de su hijo; pues aunque ésta se olvidara, Dios no se olvidará (Is 49:15-16). 

El padre sufría y amaba en silencio. 

El padre no abandonó a su hijo, aunque se quedó en casa, su corazón seguía palpitando con él, pues el amor no se puede encerrar en unas paredes y no sabe de distancias. El padre ve al hijo desde lejos y siempre está dispuesto al encuentro. El padre esperaba con amor la vuelta del hijo. 

Oseas y los profetas posteriores a él nos hablan de Dios como de un esposo lleno de paciencia y de ternura, siempre dispuesto a acoger y a perdonar la infidelidad y a amar: 

4 “Yo sanaré su apostasía, los amaré generosamente, pues mi ira se ha apartado de ellos. 
5 Seré como rocío para Israel; florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como los cedros del Líbano. 
6 Brotarán sus renuevos, y será su esplendor como el del olivo, y su fragancia como la de los cedros del Líbano. 
7 Los que moran a su sombra, cultivarán de nuevo el trigo y florecerán como la vid. Su fama será como la del vino del Líbano.” (Os 14:4-7) 

“El Señor es, con los que lo honran, tan tierno como un padre con sus hijos” (Sal 103,13). 
Dios perdona y le gusta perdonar. “¿Qué Dios hay como tú, que perdone el pecado y absuelva el resto de tu heredad?”(Mi 7,18-20). 

En la Biblia aparece, reiteradas veces, la palabra “Padre” referida a Dios. Y cuando los judíos la usaron, fue siempre en un clima de sumo respeto y majestad, añadiéndole títulos divinos ostentosos. 
Abbá era la palabra familiar que los niños judíos empleaban para dirigirse a sus padres. 

Jesús siente en su vida la presencia amorosa de Dios y su alimento es hacer su voluntad. Según parece, lo hacía usando la palabra aramea “abbá”; 170 veces ponen los evangelios esta expresión en labios de Jesús. A todos invita a creer en este Dios, para el que “todo es posible” (Mc 10,27). El Nuevo Testamento conserva la palabra aramea (abbá) para subrayar el espíritu de libertad (Rm 8,15; Ga 4,6-7). 
La invocación “Abbá” tiene, pues, un valor primordial, que ilumina toda la vida de Jesús. Todo en él es consecuencia de esta actitud de fe. Jesús deposita en su Padre toda la confianza posible. Digna es de destacar la escena en la que Jesús “con la alegría del Espíritu Santo”, bendice al Padre porque se ha “revelado a la gente sencilla: 
“Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien” (Lc 10,21). Gracias da al Padre en la resurrección de Lázaro, por haberle escuchado (Jn 11,42). Llenos de confianza están los ruegos de la oración sacerdotal, la noche de su prisión. 
Pide al Padre protección para los que les ha confiado, para que sean todos uno y que el amor del Padre esté con ellos (Jn 17,1-5). 

La oración del huerto es narrada por todos los evangelistas (Mt 26,39.42; Lc 22,42; Jn 12,27-29). Marcos se siente obligado a mantener en su escrito la misma palabra aramea usada por Jesús: 
“¡Abbá! ¡Padre!: todo es posible para ti, aparta de mí este trago, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (14,36). 
Jesús se atreve a pedirle verse libre del trance de la pasión (Mt 16,21; Mc 8,31; Lc 9,22; 17,25). Momentos antes de su muerte también se dirige al Padre pidiendo el perdón de sus verdugos. 
Y encomienda su espíritu en manos de su Abbá (Lc 23,46), pero no deja de preguntarle las causas de su aparente abandono (Mc 15,34). 

Jesús no sólo hablaba del Padre, sino que vivía enteramente como hijo: con confianza plena, obediencia total, agradecimiento y piedad. “Te doy gracias, Padre”, rezaba lleno de emoción y alegría: 
“En la casa de mi Padre, Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Lo que Tú quieras. Si es posible, Padre…” Jesús hablaba siempre con emoción del Padre (Jn 20,17): 

“De las manos del Padre, fuertes y acogedoras, que crean y sacan del abismo “( Jn 10,29; Lc 23,46) 
De la mirada del Padre, que ve en lo secreto” ( Mt 6,4.6) 
De las palabras del Padre, que son explicaciones de la Palabra ( Jn 8,35; 12,49-50; 14,24…) 
Del trabajo y las obras del Padre, que siempre son de amor ( Jn 5,17. 19-20) 
De la voluntad del Padre, que es su alimento ( Jn 4,34; Mt 6,9; 26,42…) 
Del amor del Padre, que es inmenso y misericordioso (Lc 15,11-32) 
“Dios es amor” (1Juan 4:8), amigo, está siempre presente, camina con nosotros y está muy dentro de nosotros. Él da sentido a nuestra existencia. 
30 Yo y el Padre uno somos. 
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. 
32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? 
33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Juan 10:30-33) 


En estos versículos Jesús no se presenta solo como el “Hijo de Dios”, sino UNO con Dios, como Dios mismo. Jesús es el “Verbo de Vida Encarnado” Juan 1:1-5. Por esta razón, la palabra de Dios es Jesús mismo. “Quien me ve a Mí, ve al Padre” (cfr. Jn. 14,9) A este respecto, es digno de recordar aquel momento en que Felipe, uno de los doce apóstoles, dirigiéndose a Cristo, le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta»; Jesús le respondió: « ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? Juan 14:8 


Ana Luisa Muñoz Flores-Chile-Diciembre 9 de 2016

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...