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13 de diciembre de 2016

LA MUJER EN EL ANTIGUO TESTAMENTO




Imagen: José Luis Toledo Bravo



La mujer en el Antiguo Testamento



El judaísmo antiguo, aunque centrado en el varón, permitía, a pesar de todo una presencia significativa de la mujer, en la vida del pueblo.

Los textos hablan de la importancia política de Miriam, Ester, Judit, Débora, como veremos más adelante; realzan el papel de las antiguas profetisas y de las antiheroínas Dalila y Jezabel; encontramos en ellos descripciones de conmovedor encanto, como el encuentro y el diálogo del siervo de Abraham con Rebeca (Gen 24,15-67). Impresionan profundamente las figuras de Ana, de Sara, de Rut y hasta todo el idilio que rodea al amor entre el hombre y la mujer en el Cantar de los Cantares.

Es necesario tener presenta que los autores bíblicos están condicionados intrínsecamente por la historia y reflejan la cultura de su propio lugar y época, lo que hace que se deba admirar en ese contexto, los relatos sobre Sara, Rebeca, Raquel y Lía, Miriam la hermana de Moisés y Débora, Jael y Judit, Abigail, Vasti, Noemí y Rut, Safira y Puah, la mujer sabia de Tecoa y las líderes de la primera comunidad cristiana. 

YHVH escogió a un antepasado y a una antepasada, en las personas de Abraham y Sara. La llamada inicial a Abraham (Génesis 12:1-3) no es hecha a un individuo solamente sino también a un hombre casado (Génesis 11:29). Así, Sara es depositaria integral de la promesa de JHVH de bendecir a Abraham, su descendencia y su tierra. A pesar de la cobardía de Abraham al ofrecer a Sara al Faraón de Egipto (Génesis 12:10-20) y a Abimelek de Gerar (Génesis 20:1-7), YHVH la protege. Y es Sara quien duda de YHVH y se ríe de la perspectiva de un hijo a su avanzada edad (Génesis 18:9-15).

El intento de dar la vuelta al plan de YHVH a través de la fecundidad de Hagar con Ismael es tanto una falta de Abraham como de Sara, y es rechazada por YHVH. Aunque YHVH muestra compasión por Hagar e Ismael, permitiéndoles participar parcialmente en las promesas hechas a Abraham (Génesis 16,7-14; 21,13-21), no habrá heredero sin la intervención directa de Dios y su reconocimiento. Con la intervención divina (Génesis 21:1-2), Sara concibe y da a luz a Isaac.
Sara se convierte en el signo por el cual Canaán será reclamada para siempre por los descendientes de Abraham y Sara.

A Rebeca, no a Isaac, a quien Dios revela la naturaleza que lucha en su vientre, que el menor usurpará al mayor (Génesis 25:23). La preferencia de Isaac por Esaú no favorece el plan de YHVH, pero el amor de Rebeca por Jacob es recompensado por la venta de la primogenitura por Esaú.
Rebeca sirve de instrumento a la voluntad de YHVH al obtener la bendición para Jacob en vez de para Esaú.

La enemistad entre los dos hermanos, que comenzó en el vientre de Rebeca, continúa como un motivo que se repite y que causa que Jacob se refugie con los parientes de Rebeca para encontrar una esposa aceptable, Raquel.

Jacob y Raquel se convierten en los padres de las tribus que forman el pueblo hebreo.

A partir de Eva, Sara, Rebeca y Raquel se constituye y prospera todo un pueblo. Cuando es oprimido y esclavizado aquel pueblo, son las mujeres –Sifrá y Puá, las parteras, la hermana no nombrada del Faraón y la madre no nombrada de Moisés- quienes protegen al futuro líder de los hebreos, Moisés. 

A quien Dios-Diosa escoge para guiar a su pueblo al cumplimiento de la elección en la tierra prometida, porque YHVH ha oído el grito de sus súplicas (Éxodo 3:7). La elección del pueblo hebreo es precursora de la redención de todos los pueblos en Jesucristo. Y al igual que las mujeres juegan un papel vital en la elección, también juegan un papel vital en la redención.

La sulamita (del hebreo sulammit), mujer de Jerusalén, es la figura central en el Cantar de los Cantares (el Cantar de Salomón) es una de las representaciones más positivas de la mujer joven, de la juventud, en la Biblia Hebrea. Las estrofas del Cantar de los Cantares celebran el carácter único de la relación de amor y su pertenencia exclusiva del uno al otro. "Yo soy para mi amada y mi amado para mí" (Cant. 6,3). Se supera la idea de la posesión de Dt. (5,21) por esa atracción personal expresada en el paraíso (Gn. 2,24), cuando leemos en el Cantar los cantos de amor erótico que muestran la alegría del placer amoroso.

Paradójicamente, como en la vida ordinaria la mujer era posesión del hombre, era oprimida en cuanto ser viviente, mientras deificada en el ámbito sexual, ella existía para servir al placer del hombre y cumpliendo esto, darle hijos. En la sociedad hebrea también la mujer fue clase oprimida, pero la originalidad de Israel en este sentido es la de que el hagiógrafo afirma que en el principio no fue así, porque fue hecha para compartir la vida con el hombre y no sólo su experiencia sexual (Gn. 2,18). En el Cantar se entiende la sublimidad del amor:

La belleza de la sulamita y las metáforas poéticas y los símiles no son literalmente descriptivos; ellos transmiten las delicias de contemplar al amado, al encontrar en su cuerpo un reflejo del mundo en su frescura y esplendor. 

Aparte de su juventud y belleza, la característica más llamativa de la sulamita es su energía. Ella camina por las calles de Jerusalén buscando a su amor, una conducta inusual para una mujer soltera (3,1-4; 5,6-7). Su invitación a amar (4,16; 7,11-13; 8,2) son más francas que las de él, y ella es quien aparentemente toma la iniciativa para hacer el amor (8,5). “Bajo el manzano te desperté, allí donde tu madre te dio a luz con dolores de parto”.

La Sulamita dice las primeras palabras en el poema: “Bésame” (1,2) y las últimas (8,14): date prisa amor mío; ella es la que dice la mayoría de los parlamentos, incluyendo los apasionados dichos sobre el poder del amor (2,7; 8,6-7). 

Cuando ella le pregunta a su amante por un amor eterno, (8,6) expresa la esperanza de un vínculo permanente en un lenguaje que es peculiarmente enfático. No hay indicios en el poema de que los amantes se hayan casado; ellos se encuentran secretamente en las afueras de la ciudad, en la noche, y al amanecer, lo que indica lo contrario.


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Ana Luisa Muñoz Flores-Chile 13 de Diciembre de 2016

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