Obras de Arte

Descubre mi obra en http://www.artelista.com/

30 de diciembre de 2016

LA PRESENCIA DE NARCISO EN LA SOCIEDAD







LA PRESENCIA DE NARCISO EN LA SOCIEDAD



De acuerdo a Belén López (1), tal como recoge el mito griego, Narciso era un muchacho hermoso que cuando nació el adivino Tiresías predijo que si veía su imagen en un espejo sería su perdición, de modo que su madre, la ninfa Liríope, evitó siempre objetos en los que pudiera verse reflejado. 

Narciso creció hermosísimo sin ser consciente de ello y sin hacer caso a las muchachas, prendadas por su hermosura. Un día, por avatares del destino, sediento se acercó a un riachuelo y a punto de beber, vio su imagen reflejada en el río. Tanto le perturbó su imagen que quedó totalmente cegado por el reflejo de su propia belleza. Algunos dicen que murió en ese momento y otros cuentan que murió ahogado tras tirarse al agua. 

En este lugar, creció una flor llamada Narciso, que crece sobre las aguas de los ríos, donde a su vez se ve reflejada. A través de esta historia mítica conocemos al personaje que simboliza a un gran número de individuos de esta sociedad mediática basada en iconos que se erigen como dioses modernos. 

En la actualidad, el mito es aplicable a una sociedad que basa sus valores en una adoración desmedida de la belleza, como concepto estético puramente superficial. 

Pero, en realidad el individuo narcisista ni siquiera se ama a sí mismo, tan sólo se identifica con su imagen idealizada. 

Mientras “la imagen del yo verdadero queda perdida” (2) (Lowen, 2000: 22), ensimismado en su imagen e incapaz de sobrepasar dicha imagen, donde está el conocimiento de sí mismo. 
De hecho, la sociedad actual se caracteriza por la superficialidad y el énfasis en lo externo y la sensualidad Como manifiesta Lowen, es una sociedad que “impone pocas restricciones al comportamiento, e incluso anima a exteriorizar los impulsos sexuales en nombre de la liberación, pero minimiza la importancia de los sentimientos” (Ídem, 26), cuyo resultado es la deshumanización del individuo moderno, hedonista, materialista e individualista. 

Es lo que Enrique Rojas denomina como hombre light, que define como un individuo de este tiempo caracterizado por el narcisismo y el subjetivismo, “centrado en sí mismo, en su personalidad y en su cuerpo, con un individualismo atroz, desprovisto de valores morales y sociales, y además desinteresado por cualquier cuestión trascendente” (3) (Rojas, 1998:88). 

Que Narciso tenga tanto protagonismo en esta sociedad responde no sólo a las necesidades del mercado por captar el interés de sus productos entre los varones, como tradicionalmente ha hecho con la mujer, cuyo fin es lograr también la esclavitud de su imagen, impuesta por la moda y la publicidad. 

Desde una perspectiva arquetípica, esta sociedad narcisista conecta con una necesidad compulsiva de belleza que se asocia con el poder, el éxito, cuya grandeza ya ostentaban los dioses de la mitología clásica. 

En este sentido, debemos mencionar que hoy, igual que ayer, la virilidad masculina, representada por los torsos musculosos y cuerpos cuasi desnudos presentes en la publicidad. 

Lo anterior se expresa a través de un canon de belleza que la publicidad recoge del arte, donde las historias míticas han sido tema recurrente desde tiempos remotos. 

Así, tal como expone Pérez Gauli (4) en su obra, “las agencias han buscado la inspiración en otras culturas como la griega, donde el cuerpo desnudo tenía una alta significación, sobre todo durante los juegos olímpicos” (Pérez, 2000: 50).
 Este autor señala a su vez la evolución de la representación del hombre en la publicidad donde “en los años 80 y 90 el narcisismo y el voyerismo imperan en la sociedad, el cuerpo atlético es un elemento esencial dentro de un estatus alto. A la gente le gusta mirarse y verse reflejada en los demás”. 

Juan Rey (5), por otra parte, nos habla del hombre bello, quien se convierte también en hombre objeto, como ocurriera con la mujer; de modo que: la aparición del hombre objeto ha supuesto que éste automáticamente adopte y adapte algunas características de su predecesora. 

Una de las cuales, quizás la más importante, sea el hecho de ser bello, porque en publicidad ser bello es condición indispensable para existir, ya que la belleza es sinónimo de éxito profesional, triunfo personal, aceptación social y afán tanto de gustar, como de gustarse. 

La belleza se manifiesta, pues, como una gratificación doblemente narcisista, ya porque el sujeto se complace de parecerse al canon establecido, ya porque tal parecido supone al mismo tiempo una integración en el seno de la sociedad, lo cual a su vez reafirma el sujeto en su imitación. 

Tales gratificaciones evidencian que la idea de belleza no es eterna ni etérea sino que está condicionada por la sociedad y por la moda, ya que hablar de belleza es hablar tanto de un contexto cultural como de un código formal. 

Código que en la sociedad de consumo la publicidad ha potenciado desmesuradamente hasta lograr crear en el consumidor el síndrome de la belleza, que no es otro que ese desmedido afán de parecerse al canon propuesto, aun a costa de arriesgar la propia vida. (Rey, 1994: 190). 

Si cabe, podemos señalar que en los primeros años de este nuevo milenio esta tendencia es aún mayor y el culto a la imagen parece no tener fin: operaciones de estética, la moda de acudir a los estilistas, tratamientos corporales y depilación integral, gimnasios más sofisticados, etc. 

Sin embargo, desde un punto de vista psicológico, el cuidado del cuerpo nunca nos va a conducir a un estado de perfección. 

Lo anteriormente expuesto se convierte en frustración para la mayor parte de la gente, ya que hablamos de ideales que la publicidad muestra pero que muy pocos alcanzan. 

Así fue comprobado, dice Rey (1994), al estudiar veinte spots para una investigación anterior donde se constató que la publicidad es un reflejo de las motivaciones subconscientes de los individuos y se llevó a cabo con un grupo de jóvenes, quienes indicaron que el agrado de los anuncios se relaciona con arquetipos universales y no tienen, sin embargo, relación con sus creencias, valores o expectativas, definidos en los estudios sociológicos. 

________________________________________________________________________ 

(1) Cfr. López Vásquez, Belén, 2005 El hombre atrapado en su imagen. Comunicación Nª3, 2005 (pp.175-186) 
(2) Cfr. Lowen, Alexander (2000): El narcisismo. La enfermedad de nuestro tiempo. Traducción de Matilde Jiménez Alejo. Barcelona, Paidós Ibérica, S.A 
(3) Cfr. Rojas, Enrique (1998): El hombre light. Una vida sin valores. Madrid, Temas de hoy. 19 edición. 
(4) Cfr. Pérez Gauli, Juan Carlos (2000): El cuerpo en venta. Relación entre arte y publicidad. Ediciones Cátedra. Grupo Anaya S.A.Madrid 
(5) Cfr. Rey, Juan (1994): El hombre fingido. La representación de la masculinidad en el discurso publicitario. Madrid, Fundamentos. 


Ana Luisa Muñoz Flores-Chile-30 de Diciembre de 2016

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...