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12 de diciembre de 2016

EL ROSTRO FEMENINO DE DIOS-DIOSA (3)




Imágen: "Malva" - Ana Luisa Muñoz Flores


Dios como Madre (Diosa) 



La cultura hebrea es básicamente masculina, pero el espíritu es femenino, como decíamos anteriormente, (Leonardo Boff, 1979) (1). Jesús en un ágrafo del evangelio apócrifo a los hebreos, se refiere al Espíritu Santo en sentido femenino: “Ahora me tomó mi madre, el Santo Espíritu, por uno de mis cabellos y me llevó al gran monte tabor”. 

De acuerdo a Boff: “Dentro de la cultura cristiana vigente parece repugnar al sentimiento la afirmación de que Dios es nuestra Madre. Sin embargo, si queremos tomar en serio la aparición de lo femenino dentro de nuestra cultura, no podemos eludir esta cuestión. ¿No es sintomático que el papa Juan Pablo I dijera con cierta desenvoltura en una audiencia pública: «Dios es Padre, pero, sobre todo, es Madre»

- Dios se compara a una madre que consuela a sus hijos "Como consuela la propia madre así os consolaré yo (Is 66,13) "; al final de la historia, Dios tendrá un gesto de madre amorosa, enjugando las lágrimas de nuestros ojos cansados de tanto llorar (Ap 5 1,4); 

- Dios-madre es incapaz de olvidarse de su hijo de sus entrañas: 
"Sión decía: "me ha abandonado Dios, el Señor me ha olvidado" ¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is 49, 14-15; ver también Sal 25,6 y Sal 116,5); 

- La tradición profética describe el comportamiento maternal de Dios para con su pueblo: 
“Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo [...] "Yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en mis brazos. Con cuerdas *de ternura, con lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer [...] El corazón me da un vuelco, todas mis entrañas se estremecen" (Os 11, 1-8); 

- "¡Si es mi hijo Efraín mi niño mi encanto! Cada vez que lo reprendo, me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión" (Jer 31,20); 

- En la tradición sapiencial, la sabiduría de Dios se presenta personificada en una figura femenina (Prov 8,22-26; Eclo 24,9); entre la Sabiduría y la Mujer existe una estrecha correlación, que permite una transmutación simbólica entre la una y la otra (Prov 31,10.26.30); en el Nuevo Testamento Cristo es identificado con la Sabiduría de Dios (I Cor 1,24-3O; Mt 11, 19; Jn 6,35). 

- Jesús utiliza un lenguaje familiar de lo femenino cuando dice: 
“Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían” ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido!” (Lc 13:34). 

-Dios se muestra con un gesto típico de madre, enjugando las lágrimas de nuestros ojos cansados de sufrir y de llorar (Ap 21:4) 

-Dios se muestra en la figura de la Sabiduría en su bondad y cariño hacia el mundo: en el Libro de Job. En la primera parte del mismo, Dios aparece como un Padre duro que prueba, castiga, reprende a su hijo justo. Luego compadecido, se vuelve con simpatía hacia él y se revela bajo la forma de la sabiduría. Bajo esta figura femenina nos encontramos con un nuevo rostro de Dios (Job 24:38-42.) 

“Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré yo a ustedes, y encontrarán el consuelo en Jerusalén “dice YHVH en Isaías 66,13. 

Muchas veces buscarnos el regazo de Dios para colocar nuestra frente dolorida y recabar consuelo. Toda la psicología moderna enfatiza la importancia de la ternura tutelar en los primeros años de vida del ser humano, una ternura que se conoce con el nombre de la cuna del ser, cuna de la subjetividad. 

Una labor que está fundamentalmente en manos de las madres y que permiten que crezca la autoestima y la confianza del niño. El acceso a Dios puede estar mediado por esta experiencia primaria. 

Son muchas las horas que pasan juntos las madres con los hijos: alimento, vestido, aseo, enseñanza... son funciones que les unen y que van dejando en el niño la sensación de que su madre puede colmarle todos sus deseos. Esa seguridad que proyecta la madre le hace fuerte a pesar de su debilidad. Se sabe querido, protegido dentro de unos brazos cálidos, besado una y mil veces por unos labios dulces. De noche se despierta y pide agua pero realmente lo que quiere es presencia para sentirse seguro en medio de su pesadilla. 

El niño tiene la lágrima fácil. Alejado del regazo materno descubre su precariedad y tiene miedo a peligros reales o imaginados. Vuelve corriendo al regazo materno donde encontrar consuelo a sus penas. Imágenes todas fácilmente extrapolables a la vida del cristiano con Dios. 

En ese contacto diario con la madre el hijo ha ido adquiriendo la certeza de que su madre está siempre dispuesta a ayudarle si la necesita. Adquieren la conciencia de la fidelidad inquebrantable de la madre que aplicada a Dios se multiplica por infinito: 

“Si me abandonaran mi padre y mi madre, me acogería el Señor.” Salmo (27: 10) 

Al descubrir el lado femenino de Dios y al invocarlo como Madre, no estaríamos vinculados a unos datos sexuales, sino a las cualidades femeninas y maternales que se realizan absolutamente en Dios. 

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(1) Boff, Leonardo (1979) .El rostro materno de Dios, Ediciones Paulinas. España.

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