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8 de diciembre de 2016

PATRIARCALISMO Y RELIGIÓN





Imagen:"Hada del fuego"-Ana Luisa Muñoz Flores


Patriarcalismo y religión


Las iglesias de las diferentes denominaciones, no se ha liberado tampoco, a lo largo de los siglos, de esta mentalidad androcéntrica. Si bien reconoce la igualdad esencial entre varones y mujeres, deja a éstas, en la práctica, en una clara situación de subordinación y de inferioridad. El funcionamiento de las estructuras eclesiásticas evidencia el arraigo que en ellas ha tenido el sistema patriarcal. 

Dice el papa Francisco (1) respecto a este tema que la Ideología de género que contradice el plan de Dios: 

“Durante su explicación, Francisco alertó contra la llamada ideología de género o teoría del género y mostró una serie de preocupaciones que se derivan de ella. Puso también una tarea para todos los creyentes y sobre todo para las familias: mostrar la belleza de la alianza del hombre y la mujer y vivirla “en el bien”. 

“Me pregunto si la considerada 'ideología de género' no se trata también de una expresión de una frustración y de resignación que busca borrar la diferencia sexual porque ya no pueden hacer frente a ella”. “Corremos el riesgo de dar un paso atrás”, alertó. 

“La eliminación de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución. Para resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben hablarse más, escucharse más, conocerse más, quererse más”. (VATICANO, 15 Abr. 15 / 09:41) 

Aunque las religiones se presenten a sí mismas como desligadas de compromisos con las estructuras sociales y políticas, la relación y los condicionamientos que esto implica ha resultado siempre evidente y ha propiciado relecturas y cuestionamientos de los textos. 

Los sistemas religiosos cumplen, además de sus funciones espirituales, un conjunto de funciones sociales. En la medida en que se derivan al campo de lo religioso los fenómenos y cuestiones que no son susceptibles de comprobación empírica, en la medida en que las verdades religiosas no son aptas para corroborarse. Son un campo ideal para que se manifiesten en ellas las experiencias sociales, de las que si tenemos experiencias directas. 

Así tendemos a imaginar aquello que no conocemos de acuerdo a los modelos que nos son familiares y por consiguiente nos hacemos una idea de Dios y de lo sagrado que se ajusta a las características de la sociedad de los fieles. 

La herramienta cognoscitiva de la religión es la fe y no la experiencia, pero se nutre de los datos realmente vividos, que se transforman en su modelo. De este modo, cada sociedad imaginará a los seres sagrados atribuyéndoles las características que tengan más prestigio en su propia comunidad. 

Asignar a un ser que por definición sería “espíritu puro” características de sexo, edad y raza, no nos dice mucho sobre el ser sagrado, pero nos habla de las sociedades que lo imaginaron así. 

Las tres religiones monoteístas que surgieron de un tronco común: judaísmo, cristianismo e islamismo, masculinizaron y racializaron la imagen de Dios y generaron un imaginario según el cual se lo representa (o se habla de él) como si fuera un hombre anciano. Esto significa que las sociedades en las que se produjeron inicialmente estas imágenes eran androcéntricas y sólo podían imaginar el poder y la sabiduría encarnados en representaciones masculinas. 

La filósofa Simone de Beauvoir estaba muy consciente de la función de la religión patriarcal como legitimadora del poder varonil. Ella escribió: “El hombre goza de la gran ventaja de tener un Dios que avala el código que él escribe; y como el hombre ejerce su autoridad soberana sobre las mujeres, resulta sumamente afortunado que esta autoridad le haya sido conferida por el Ser Supremo. 

Para los judíos, los mahometanos y los cristianos, entre otros, el hombre es Señor por derecho divino; el temor de Dios reprimirá, por lo tanto, cualquier impulso de rebelión de parte de la mujer pisoteada”. (2) 

En todas las épocas y bajo distintas formas las mujeres lucharon por un papel dentro de las instituciones religiosas y una posibilidad de vivir su fe sin renunciar a su autonomía. Algunas fueron santificadas, muchas (como las tildadas de brujas) castigadas duramente o quemadas vivas, la mayoría fueron ignoradas y menospreciadas. Hasta la actualidad algunas mujeres logran eludir la jerarquía eclesiástica desarrollando una relación personal con Dios. 

En relación con lo que las Escrituras dice Boff (3) de lo femenino, se percibe en los textos toda la dialéctica histórica de la lucha de los sexos y de la marginación a que ha sido sometida la mujer. 

Con el asentamiento del pueblo y la formación de las ciudades, el varón fue asumiendo cada vez más todos los instrumentos del poder social; aparece entonces un antifeminismo generalizado, especialmente en la época posterior al destierro. ~El Eclesiástico, que por una parte, tributa alabanzas a la mujer diligente. (26,1-24), manifiesta por otra un abierto antifeminismo: «Pocas maldades como la de una mujer» (25,19); “la malicia del varón procede de la mujer; vale más la malicia de un hombre que la bondad de una mujer” (42,14); 


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(1) De Juana, Álvaro (2015), Papa Francisco: Ideología de género contradice el plan de Dios, Aciprensa 

(2) Cfr.Christ, Carol P. (1994) ¿Por qué las mujeres necesitan a la Diosa? Del Cielo a la Tierra. Sello Azul, edit. De mujeres P. 161. Editorial Cuatro Vientos. Chile 
(3) Cfr. Boff, Leonardo (1979) .El rostro materno de Dios. Op cit.

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